Procedente del mundo de las artes plásticas –su formación se refiere a la pintura y la fotografía- y con intereses en la literatura, la carrera como artista de Jennie Livingston tomó una nueva dimensión cuando filmó a finales de la década de los ochenta este imprescindible documental. En Paris is Burning, la directora retrató la ‘cultura del baile’ el movimiento musical que se desarrollaba en aquellos momentos en la ciudad de Nueva York y cuyos protagonistas fueron, principalmente, “gays, latinos y afro-americanos, además de la comunidad trans”. Livingston lo ha definido como el testimonio del final de una época, de una época dorada, apunta, pero también subyacen en el largometraje otras ideas a propósito de cuestiones de género, enfrentamientos y desigualdades propiciadas por un férreo sistema de clases y prejuicios derivados de la convivencia en un mismo espacio de diferentes nacionalidades y razas. Con la música como telón de fondo, la creatividad que desprende este trabajo es comparable al ambiente que retrata, algo que la eleva por encima de la categoría de documento. En 2016, ésta fue una de las 25 películas que, por su valor, se incorporaron a la Biblioteca del Congreso de EEUU. Fernando Bernal

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