Pasan los años y Trabajo basura de Mike Judge persiste como el último gran eslabón fílmico de la “comedia laboral” (workplace comedy). De hecho, puede que estemos ante las más ácida heredera de clásicos como El bazar de las sorpresas o Luna nueva. Con su habitual crudeza satírica y flexibilidad expresiva, Judge consiguió demoler a golpe de gag la alienación y asepsia existencial a la que parece condenarnos la sociedad de consumo. La oficina de Trabajo basura es un cementerio para vivos, con rutinas absurdas, cubículos asfixiantes, trabajadores frustrados y maestros del escaqueo. El naturalismo actoral de la mayoría de los actores (incluida una notable Jennifer Aniston encarnando una imposible posibilidad de escape) contrasta con dos creaciones que han devenido iconos por derecho propio: el trabajador Milton Waddams (Stephen Root) como la apoteosis de la destrucción por sumisión; y el jefe Bill Lumbergh (Gary Cole) como la cumbre de la petulancia infundada. El impulso creativo de Judge sigue vivo en la serie Silicon Valley, y su condición de Nostradamus al dirigir Idiocracy (la más hilarante y terrorífica prefiguración de la América de Trump) no será olvidada, pero su auténtica obra maestra es Trabajo basura.

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