Junto con Ciudadano Kane, de Orson Welles, esta película de Alfred Hitchcock aparece siempre en lo más alto de las listas que seleccionan cada cierto tiempo lo grandes films de la historia del cine, a pesar de que en el momento de su estreno no fue recibida tan bien como se merecía e, incluso, despreciada por cierta parte de la crítica más académica. No debieron perdonar al maestro inglés este giro en su carrera que, visto en perspectiva, no lo es tanto como parece. De una manera magistral, el director se sumerge en el territorio del melodrama desaforado de Douglas Sirk y lo entrega envuelto en un relato de intriga. El detective que interpreta James Stewart sigue los pasos de una misteriosa mujer que encarna Kim Novak por un San Francisco inolvidable por sus colores y las composiciones que entrega Hitchcock. El ritmo de thriller clásico con el que arranca el film, con persecución por los tejados incluida, se va entregando a múltiples lecturas y ofertando caminos que transitan de una manera mucho menos convencional y para nada esperados. Pura genialidad con la firma de Hitchcock, que ha sido copiada (o intentada copiar) en infinitas ocasiones dentro del género. Fernando Bernal

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