Fernando Bernal (Festival de San Sebastián)

Isabel Coixet es una cineasta habitual del Festival de San Sebastián, sin ir más lejos la pasada edición presentó su valioso y reivindicable trabajo documental El techo amarillo (2022). Sin embargo, hasta ahora no había participado en la Sección Oficial a concurso, donde este año debuta con Un amor, su adaptación de la novela homónima de Sara Mesa, que supone también una de las películas más completas y afinadas de su extensa filmografía, que arrancó con Demasiado viejo para morir joven (1988). Concebida como un drama ambientado en la España rural y protagonizado por una mujer rodeada de hombres empeñados en entrar en su vida, la película ofrece el retrato de distintos tipos de masculinidades tóxicas, quebradas y huidizas.

La protagonista del film es Nat (Laia Costa) una mujer de unos treinta años que decide abandonar su trabajo como traductora en una agencia que se encarga de dar apoyo a mujeres africanas víctimas de la violencia, para instalarse ella sola en una casa de un lugar remoto y con pocos habitantes. Su decisión es firme, y ni siquiera el hecho de que el caserón que ha alquilado para vivir esté repleto de goteras y prácticamente se caiga a pedazos hace que desista. Se trata de huir, de exiliarse de la vida urbana, pero también de realizar una suerte de fuga interior que incluye alejarse de un trabajo que la sumía en un estado de tristeza y de colapso emocional de forma permanente. Ahora quiere disfrutar de su soledad y de su libertad, dedicarse a su tarea de traducir a la filósofa Simone Weill y cuidar del perro desahuciado al que ha decidido dar cobijo.

La autora de Mi vida sin mí (2003) o Elegy (2008) se mantiene fiel a la excelente novela de Mesa, aunque al trasladarla en imágenes la arrastra inevitablemente hacia su propio terreno, con lo que eso conlleva a nivel de decisiones de planificación o montaje. En el centro de todo el conflicto se encuentra, al igual que en el texto original, Andreas, un hombre de aspecto tosco y huraño al que todo el mundo conoce en el pueblo como ‘el alemán’. Cuando, después de una tormenta, el techo de la casa de la protagonista amenaza con desplomarse, este personaje solitario le propone arreglárselo gratis a cambio de estar una sola vez “dentro de ella”. Este intercambio sexual da paso a una serie de encuentros que se convierten en una relación tortuosa, desgarrada y siempre al borde del abismo. Coixet filma el sexo entre estas dos almas atormentadas con imágenes que transmiten desesperación y entrega física. Ella busca el contacto y la comprensión del otro cuerpo y él persigue el puro desahogo físico momentáneo entre gemidos casi animales. A buen seguro que a Claire Denis, presidenta este año del jurado, le puede interesar este planteamiento.

La cineasta encajona a sus personajes en el formato 4:3 para levantar testimonio de esta relación y de las que la mujer mantiene con los otros personajes masculinos que la rodean, definidos por su machismo, que en ocasiones roza la violencia física, y su necesidad de entrometerse para criticarla y reconducir su vida según los patrones que ellos consideran naturales y establecidos. Coixet consigue una sensación claustrofóbica de desosiego, que marca por completo una narración asfixiante a pesar de contar con muchos exteriores, que la directora conduce mediante la tensión emocional. Una historia que recorre el camino que separa la paz de la tragedia, pero que a la vez retrata una historia de amor imposible que ya ha nacido rota.

La cineasta acierta a sacar todo el partido del gran trabajo de sus dos intérpretes principales, que se encuentran en auténtico estado de gracia. Una impresionante Laia Costa, ganadora del último premio Goya por Cinco lobitos (2002), que funciona a la perfección junto a la imponente presencia de Hovik Keuchkerian (Antidisturbios, 2020), en un registro nuevo y sorprendente dentro de su interesante carrera. La pareja se encuentra bien arropada por un grupo de secundarios en el que todos cumplen con su función, dentro de una historia bien engranada en la que, como dice la canción alemana que suena durante varios momentos del film, “las cosas van hacia arriba a veces, y a veces hacia abajo”.