Película de viajes sin norte, sin rumbo, sin referencias. El cineasta y fotógrafo Mauro Herce compuso con su primer largometraje una suerte de viaje experimental a bordo de un enorme barco mercante, de esos que representan la globalización en toda su extensión: enormes buques, tripulados por marinos de países en desarrollo, al servicio de las grandes multinacionales, que mueven mercancías de un lugar a otro del planeta para atender las crecientes demandas del consumo global, convertido en el único derecho humano por el que las sociedades capitalistas parecen estar dispuestas a luchar, aunque sea a costa de la explotación de media humanidad. La película, que navega sobre ese trasfondo político, es en realidad un viaje sin sentido a bordo de ese espacio casi animal, casi monstruoso, del barco y su enorme carga indescrifrable. La película no atiende a personajes, ni a narraciones, más allá del propio desplazamiento, que todo lo explica, y presta atención a la pura experiencia del movimiento fantasmal, moroso. El motor del mundo, la economía, y su gasolina, los que en él trabajan. GdPA

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