Peter Greenaway es uno de esos cineastas que, cuando menos, sorprenden. Eisenstein en Guanajuato, su última película, irrumpió en la competición oficial del festival de cine de Berlin 2015 de una manera ciertamente inesperada: el acercamiento al cineasta soviético no era tan severo como podíamos esperar y la película era, ante todo, chistosa. Pasada de vueltas e hilarante, Eisenstein en Guanajuato se acerca más a un Baz Luhrmann juguetón que a las últimas películas del propio Greenaway. Aquí sigue habiendo un interés por las artes plásticas y el cine como productor de ilusiones, pero el tono es más el de una alocada screwball sexual (una de las piezas clave alrededor de la cual gira el relato es la homosexualidad de Eisenstein) que el de un retablo mesurado sobre el director. Eisenstein en Guanajuato es menos provocativa de lo que se cree y mucho más complaciente pero, pese a ello —y a sus imprecisiones históricas— funciona estupendamente como divertimento. Teniendo en cuenta la seriedad autoimpuesta por el director británico en sus últimas obras, sienta bien encontrarse a un Greenaway más liberado. ER

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