Tercera película del cineasta uruguayo Federico Veiroj, y primera coproducida con España, a través de la productora del también montador y director Fernando Franco. El apóstata, basada en la experiencia del protagonista, Álvaro Ogaya, de intentar abandonar los registros de la Iglesia Católica infructuosamente es una invitación a la anarquía personal, a la emancipación crítica, de todo e incluso de uno mismo. Manu Yañez, en su crítica publicada en estas mismas páginas, afirmaba: “El apóstata termina resultando un triunfo cinematográfico debido justamente a su naturaleza inquieta e incontinente. La película ensaya locuras freudianas: unos viajes físicos a la infancia que tocan el cielo con el rostro cantarín de la prima Pilar adornado por su voz de niña. El experimento tiene un cierto acento bergmaniano. Y, luego, en la recta final, ya embrujada por un cierto surrealismo, la película adopta un tono rabioso y operístico que hace pensar en la exaltación que a veces se apodera de las imágenes del italiano Marco Bellocchio, eterno azote de la hipocresía eclesiástica”. GdPA

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