Manu Yáñez (Festival de Locarno)

Existe un idilio perenne entre el cine independiente estadounidense, el llamado indie, y la modernidad de raigambre europea. Es posible rastrear este encantamiento a lo largo de décadas, desde el quietismo bressoniano de Jim Jarmusch a la espesura bergmaniana de Ari Aster o Robert Eggers, y ahora se manifiesta en Family Portrait, la ópera prima de Lucy Kerr. Los ecos vanguardistas procedentes del viejo continente se palpan ya en una obertura a lo Melancolía de Lars von Trier, en la que una familia adinerada juguetea sin orden ni concierto por un elegante jardín, primero en silente y flotante gran angular, después en ruidoso plano fijo. Y, más adelante, la dialéctica yanki-europea se afianza cuando Kerr filma un prolongado travelling de perfil de una joven pareja; una imagen prendada de la fascinación por el cine del húngaro Bela Tarr que llevó a Gus Van Sant a dirigir su magistral Trilogía de la muerte.

El escenario rezuma barras y estrellas. Tres generaciones de un clan pudiente se reúnen en una opulenta mansión texana para cumplir con los rituales estivales, entre los que destaca la realización del retrato fotográfico que da título al film. Todo exuda orden y armonía, pero el fantasma de lo disfuncional hace acto de presencia desde el principio, en la mirada catatónica de una mujer madura o en el plano de un árbol del que emana un pequeño resplandor, así como un zumbido que invoca a David Lynch y al Anticristo de von Trier. La decidida apuesta de Kerr por el extrañamiento va carcomiendo los bordes de la representación. Los encuadres se descentran a la manera de Lucrecia Martel; el juego con el fuera de campo bordea lo enfático; y, sin venir a cuento, la cámara se sumerge en la turbiedad mortuoria de un lago. Cabe destacar la ambición estética de Kerr, más aún cuando es capaz de engarzarse con un relato que convierte los valores burgueses en una miserable fábrica de comportamientos absurdos y circulares, abonados al interruptus. Si hay una película que late con fuerza en lo más hondo de Family Portrait es El ángel exterminador de Luis Buñuel.

Kerr abre su debut en el largometraje con una cita de Edgar Allan Poe, pero el terror que explora Family Portrait acaba siendo más político que poético. El deje irónico del film se hace evidente cuando la joven díscola del clan (Deragh Campbell, protagonista y codirectora junto a Sofia Bohdanowicz de MS Slavic 7) hojea, junto a su novio polaco, la autobiografía de Barbara Bush. Las pullas de Kerr contra la América conservadora tienen algún momento álgido, como cuando el patriarca del clan se refiere a la película Están vivos para denunciar el supuesto poder de manipulación del progresismo estadounidense, obviando el ataque de John Carpenter a la sociedad de consumo. Sin embargo, a lo largo de casi todo el metraje, la desmemoria, indolencia, paranoia y frivolidad de esta troupe de ricachones aparecen como un blanco fácil. Desde nuestra perspectiva europea –la película concursa en la sección Cineasti del presente del Festival de Locarno–, Family Portrait luce como un empeño estético destacable, pero algo falto de filo satírico. Queda el interrogante de cómo será percibida esta auto-autopsia nacional desde una óptica yanki.