Nacida originalmente como una serie televisiva y posteriormente adaptada al cine en una versión de más de tres horas, la película del francés Bruno Dumont es una más de esa breve, pero fructífiera historia de relaciones entre el cine y la televisión (en línea de lo que ya hiciera por ejemplo Ingmar Bergman con Secretos de un matrimonio y Fanny y Alexander, o mucho más tarde, Olivier Assayas con Carlos): trabajos a medio camino entre los dos lugares, que mantienen la marcada personalidad autoral de sus directores, y que sin embargo dialogan bien con ambas pantallas, al tiempo que tratan de adecuarse y buscar los puntos fuertes de cada una de ellas, al tiempo que las fuerzan a expandirse. En este caso, Dumont abrazó un extraño lenguaje cómico que funciona como relectura casi paródica de su trabajo anterior, dotándolo de una fuerza y una comicidad inusual. GdPA

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