La combinación en la misma frase de las palabras “austriaco” y “sótano” debería poner los pelos de punta: país ultracivilizado, lo que hoy son las ruinas del imperio Austrohúngaro esconden, bajo su formalidad, su seriedad y su limpieza, un mundo siniestro y oscuro, sótanos reales o imaginados, en los que la civilización da rienda suelta a sus instintos más oscuros. Como escribía Carlos Losilla en el libro La risa oblicua a propósito de Seidl: “No sólo filma la ridiculez de lo freak, no sólo ve el mundo como un gran espectáculo freak, sino que se incluye él mismo en la mascarada. Herzog huye de La Soufrière consciente de su fracaso. Seidl asume el derrumbe de la civilización, que a él le gusta identificar con las ruinas del imperio austrohúngaro y sus sueños de grandeza, con la estética igualmente freak de los valses de Viena y los palacios del emperador, y reconstruye pacientemente sus restos para ofrecer un espectáculo donde el mal gusto y la conciencia de su representación consiguen aunarse en una celebración de la miseria y la decadencia”. GdPA

Programación de la sala Zumzeig.