La Bella y la Bestia fue uno de los proyectos soñados de Walt Disney. Tras un par de tímidos intentos por llevarla a cabo en los años 30 y los 50, no fue hasta que comenzó la segunda edad dorada del estudio con La sirenita que se atreverían a adaptar el relato en forma de película de animación. La clave fue construir un cuento que, en realidad, debía tanto a la fantasía como a los musicales del Hollywood clásico. En este sentido, resulta imposible entender la fascinación que aun a día de hoy sigue ejerciendo la película sin hablar del tándem Alan Menken y Howard Ashman. Estamos ante una película que sólo cuenta con 25 minutos de canciones pero donde, por otro lado, tan sólo 5 minutos del metraje final no contienen ningún tipo de música. El esfuerzo fue recompensado con dos premios Oscar en la categoría musical así como el reconocimiento de ser la primera animación de la historia en estar nominada en la categoría de mejor película, pero, sobre todo, con la certeza generalizada de que aquella etiqueta que aparecía en los VHS de “clásicos Disney” tenía por fin una firme heredera contemporánea. Endika Rey

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