Construida a partir de un chiste sobre ardillas y bellotas que aparecía en El pecado de Cluny Brown de Ernst Lubitsch, Peter Bogdanovich ofrece aquí una lección maestra de aquella idea que propulsaba las comedias de Howard Hawks: la combinación de confusiones dialogadas (nunca chistes), frenesí rítmico y caos físico. Un trabajo formal y narrativo que sostiene una celebración del libertinaje que evoca al Hollywood anterior a la instauración del puritano Código de Producción de Películas (1934). Noah Baumbach y Wes Anderson ayudaron a Bogdanovich a producir Lío en Broadway, que recupera varios de los rasgos distintivos de dos de las mejores comedias del director de Máscara. Por un lado, está el juego de espejos que desata una representación teatral que protagonizan en Broadway los protagonistas del film, algo que conecta de lleno con el torrente de equívocos de Qué ruina de función. Y luego está el partido que le saca Bogdanovich a la energía eléctrica y el halo neurótico de la ciudad de Nueva York, que ya tensaba los diálogos y carreras de la magistral Todos rieron (They All Laughed), aunque cabe decir que Lío en Broadway transcurre en su mayor parte en interiores, dando lugar a una convulsa pieza de cámara coral. Manu Yáñez

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