Nombre clave del cine japonés, e internacional, de los últimos años, la filmografía de Naomi Kawase, que se inició en una suerte de documental autobiográfico casi experimental, ha ido derivando en una ficción de apariencia mucho más amable, pero siempre rigurosa y muy interesante. En la primera película que nace de la adaptación de una novela, Kawase impone su personal universo y su peculiar mirada poetica, en este relato generacional en torno a tres seres solitarios escrito por Durian Sukewaga. Volviendo a algunos de sus temas esenciales, el tiempo, la familia, la herencia, la naturaleza, la muerte y el adiós, Kawase completó con esta película su proyecto probablemente más comercial, apuntando a un público mucho más amplio que el de sus anteriores películas. Como escribió el crítico Carlos Reviriego: “Kawase logra trasladar su universo fílmico de contemplación, silencios y códigos simbólicos a un molde reconocible, con su trayecto dramático conclusivo y una estética más neutral, determinado a llegar a un público más amplio. Estas decisiones no impiden en todo caso que el último trabajo de Kawase invoque, más alla de su accesible empidermis, la profundidad y complejidad de sus obras más reconocibles”. GdPA

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