Ficción cuasi experimental, Ray rodó esta película con un grupo de estudiantes, y pese a que se presentó en el Festival de Cannes en 1972, la película conoció diversos montajes, y el propio Ray siguió trabajando en él hasta su muerte, en 1979. El crítico francés Serge Daney dejó escrito sobre esta rotunda obra maestra: “Ya sabíamos entonces que su carrera no era fácil, que se quebraría. Ray tenía el perfil de gran loser. ¿Énfasis? Romanticismo fácil. Sí, pero también sabíamos –así lo había manifestado en una entrevista en los Cahiers– que para él el cine apenas comenzaba, que sólo lo estábamos entreviendo, que nos sorprendería. Unas palabras extrañas viniendo de un cineasta de Hollywood. Unas palabras que convendría no haber olvidado. (…) Ya que la película es única: un cineasta desintegra y recompone en ella lo que continúa siendo la materia misma de su película. La pantalla está poblada de imágenes más pequeñas que vibran, coexisten, se mezclan entre ellas. Sobre un fondo negro, flotan gritos y confesiones, tal y como dibujan los niños. Ya no una casa para unos personajes, sino una casa para las imágenes “que ya no tienen casa”. El cine. No podemos volver a casa…”. GdPA

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