Página web del Festival de Málaga (22 de abril – 1 de mayo).

MICROONDAS. Juan Cavestany. Con Rulo Pardo, Gabriel Salas. Cortometrajes Sección Oficial

Juan Cavestany hace doblete en el Festival de Málaga, en la codirección de Esa sensación, junto a Julián Génisson y Pablo Hernando, y en solitario con el corto Microondas, presente en la competición de cortometrajes de ficción. Microondas ahonda en la línea de extrañamiento surrealista, y retrato de lo cotidiano como un terreno terrorífico, entre lo humorístico, lo patético y lo directamente enternecedor. Cavestany continúa su exploración de las vidas minúsculas, azotadas por la inclemencia de la soledad, siempre sin un ápice de sarcasmo y un tono creciente de pesadilla extrañamente real. Al igual que en sus anteriores trabajos, o en el largometraje Esa sensación, Cavestany logra, a través de unos personajes aparentemente convencionales, que parecen sacados de una planta de electrodomésticos de El Corte Inglés de los años 70, y que funcionan más allá de lo socialmente aceptable, transportar a los espectadores a una intimidad que genera entre pavor y ternura. En este caso se trata del diálogo entre dos hombres, uno interesado en vender un microondas de segunda mano a través de internet, y otro interesado, muy interesado, en comprarlo, aparentemente por razones incomprensibles. Como un remake a la Lidl de una de las secuencias más famosas de Carretera perdida, de David Lynch, esa en la que un personaje pide a otro que llame a su propia casa para comprobar que el extraño es capaz de contestar al teléfono desde allí, en este caso las llamadas, el tiempo, el presente, el pasado, la vigilia, el sueño, la realidad, se confunden en un magma ininteligible que provoca una poderosa sensación de haber entrado en un lugar al que no hemos sido invitados: el corazón, la soledad más desgarradora, de gentes que buscan desesperadamente ser escuchados. Aquí, ahora, hoy, ayer, en directo y por teléfono.

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LA PROPERA PELL. Isaki Lacuesta + Isa Campo. Con Sergi López, Emma Suárez, Àlex Monner, Bruno Todeschini. Largometrajes Sección Oficial.

Isaki Lacuesta, esta vez acompañado en la dirección por su guionista habitual, Isa Campo, sigue luchando contra su propia leyenda (del tiempo), casi una losa, para demostrar que, frente a lo que muchos piensan, no es exclusivamente un cineasta documental, ensayístico, un autor en el sentido más tradicional, o incluso despectivo (para algunos) del término, sino un cineasta de oficio, un trabajador de las imágenes, capaz de enfrentar con soltura una comedia desmedida y salvaje sobre la crisis como lo fuera la injustamente despreciada Murieron por encima de sus posibilidades y un drama familiar como encara en su nuevo trabajo. Frente al trabajo en cooperativa, rodando a salto de mata, e impulsado por una energía rabiosa y colectiva con la que Lacuesta sacó adelante su anterior película, La propera pell responde a un modelo más clásico tanto en términos de producción como de narración y puesta en escena: Lacuesta y Campo enfrentan una historia de identidad, crecimiento y maduración en torno a un esqueleto de thriller: una mujer que perdió a su hijo años atrás cree recuperarlo, ya crecido, y lo acepta de nuevo en su vida. En torno a esta nueva maternidad surgirán pronto muchas dudas, y una central: ¿y si realmente no es el hijo, sino un impostor, un mentiroso, un huérfano necesitado de cariño, un pillo capaz de aprovecharse del dolor de una madre? De nuevo un tropo recurrente en la filmografía de Lacuesta: el doble, la verdad y la mentira, la incertidumbre de lo visible, o lo incomprensible de lo cotidiano; pasos dobles para una película de fingimiento que, como el adolescente protagonista, se mueve entre dos aguas: la del drama familiar y la película de autor, en un incómodo terreno intermedio que solo Lacuesta y Campo parecen atreverse a explorar.

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TORO. Kike Maíllo. Con Mario Casas, Luis Tosar, José Sacristán, Ingrid García Jonsson. Largometrajes Sección Oficial (Fuera de Concurso).

De Rafael Cobos, guionista de La isla mínima, ese triller sensorial ambientado en la zona más oscura de Andalucía, llega ahora Toro, co-escrita con Fernando Navarro, en la que constituye la tercera película del catalán Kike Maíllo, un giro en su carrera que comparte con La isla mínima no solamente los escenarios andaluces, sino, sobre todo, la voluntad de facturar películas de género que no se limiten a replicar las fórmulas extranjeras, sino que sean capaces de inscribirse de forma clara en un espacio y un tiempo concreto, en una realidad, en un país. Las diferencias con La isla mínima, que podría ser su filiación genealógica más obvia, son sin embargo muy obvias, especialmente en el planteamiento estético: Toro es por encima de todo una película de acción muy bien llevada, un thriller familiar, una película de venganzas y ajustes de cuentas ambientada en un escenario de corruptelas, mafias y casta económica, empresarial e incluso religiosa. La película retrata a una familia de delincuentes a sueldo de una mafia andaluza bien situada en los altos estratos de la sociedad, y arranca –mediante una espectacular secuencia de acción– con la decisión del más pequeño de los hermanos de abandonar la carrera criminal para dedicarse a tareas legales. El plan le saldrá mal, tendrá que pasar un tiempo en prisión, y al salir, sus planes de reintegrarse en la vida chocarán con los planes de una suerte de padrino autonómico cuya sombra es tremendamente alargada. La película, que destaca por su factura formal, y hace hincapié en la parte más espectacular y de acción, plantea sin embargo una lectura de la corrupción como algo sistémico, profundamente imbricado en todos los niveles de la sociedad: una suerte de familia, de relación paterno-filial enferma, podrida y casi imposible de resolver.

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EL PERDIDO. Christophe Farnarier. Con Adri Miserachs. Zonazine Sección Oficial.

Tras realizar una de las películas más secretas del reciente cine español, El somni, el cineasta y director de fotografía Christophe Farnarier, habitual del círculo de Lluís Miñarro, se entrega a la ficción con una película que adapta la historia real de un hombre que abandonó la vida civilizada sin razón aparente para lanzarse al monte como un ermitaño durante catorce años, y después integrarse de nuevo sin dar explicaciones, sin drama, con total normalidad. La película de Faranier, que adopta ese estilo semi-documental de inmersión de la ficción en lo real, se centra en el retrato de ese enorme paréntesis de silencio, pero sin hacerse preguntas. ¿Qué llevó a Martí a abandonar todo y convertirse en el perdido, en una suerte de mito para los habitantes de la zona, en una leyenda, en una de esas sombras de ficción que pueblan lo real hasta confundirse entre ellas? Nada de eso responderá la película de Faranier, que se limita, y no es poco, a enfrentarnos al misterio de un misterio, a la inextricable intimidad silenciosa de un hombre que, como el Wakefield de Nathaniel Hawthorne, que abandonó a su mujer para irse a vivir durante veinte años a la calle contigua, para volver sin explicación alguna, abre un abismo en su vida cotidiana para después cerrarlo. La película, que parece una heredera directa de aquel cine del silencio que hizo furor en los festivales y círculos críticos a principios del presente siglo, tiene sin embargo una profunda razón de ser: no hay palabras para lo inexplicable, porque justamente es el lenguaje la última frontera.

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AVE FELIZ. Víctor Moreno. Con Miguel Ángel Pérez Rodríguez, Ricardo Miguel Álvarez Díaz, Manuel Medina. Cortometrajes Sección Oficial.

Nacido en uno de los festivales más míticos y singulares que hay en territorio nacional, el Festivalito de La Palma, Ave Feliz puede considerarse sin problemas el primer ejercicio de Víctor Moreno con la ficción, sea esto lo que sea: rodado con actores encontrados en la propia isla, sin una historia previa, y realizado íntegramente durante la semana que dura el festival. El proyecto La Palma Rueda lleva muchas ediciones invitando a los directores que pasan por el festival a dejarse llevar por la isla y rodar sin más reglas que ocho consejos como estos: “Olvídate de todo lo que hayas aprendido antes de llegar a la isla”, “Déjate llevar por la isla de La Palma”, “Hazlo tú mismo” o “Lo más importante es la convivencia”. En esta suerte de free-cinema, cine-DIY, cine-punk, Víctor Moreno construye una mínima historia de ficción con reminiscencias de western. Un juego de miradas, de tiempos, de tensión no resuelta, y de pura dirección de actores, para retratar un momento de silencio en un día a día cotidiano sin más sobresaltos que una tele que no funciona, y un largo silencio, un triángulo de miradas fijas. Realizado sin más ánimo que el del divertimento, el disfrute, y el cine como vía de conocimiento y dialogo, Ave Feliz es la muestra de que el cineasta que todos conocemos como un documentalista observacional esconde en su interior, al menos, un brillante director de actores, y un sabio montador, capaz de manejar las tiempos, el ritmo y la puesta en escena.