Página web del Atlántida Film Fest.

THE TRIBE. Myroslav Slaboshpytskiy. 132 min. Ucrania (2014). Con Grigoriy Fesenko, Yana Novikova, Rosa Babiy, Alexsander Osadchiy.

El inclasificable director ucraniano Myroslav Slaboshpytskiy, conocido por sus fríos y secos retratos de colectivos marginales, sorprendió a los asistentes a la Semana de la Crítica del Festival de Cannes de 2014 con este soberbio debut en el largometraje. El elemento distintivo del cine de Slaboshpytskiy se halla en una áspera provocación: el contenido de la imagen nunca se aprehende en su totalidad. Críptico y subversivo, su manifiesto de la no-comprensión, exhibido distintamente en cinco títulos maravillosos –cuatro cortometrajes y esta ópera prima– no debe confundirse con el proceder de otros filmes dominados por la espesura teórica. Nos hallamos ante un cine de la experiencia, y en concreto de una experiencia tan visceral e insólita que puede resultar inteligible. En este sentido, The Tribe viene marcada por su elenco de actores sordomudos no profesionales, intérpretes que interactúan a través del lenguaje de signos ucraniano.

Pese a la omisión de subtítulos y de expresión verbal, la desbordante narratividad que alberga el film permite seguir su argumento. Asimismo, el guión se construye a partir del equilibrio matemático entre el factor sorpresa y la representación de lugares comunes. Cada toma –plasmada en prolongados planos secuencia y prodigiosos movimientos de cámara– funciona como un homenaje a escenas tópicas del género dramático: el ritual de iniciación para entrar en una banda callejera, el funcionamiento de las mafias dedicadas a la trata de blancas, un aborto casero al estilo de 4 meses, 3 semanas, 2 días, o una venganza más despiadada que el díptico de Kill Bill. Mediante este mecanismo narrativo, Slaboshpytskiy retrata el atroz sistema feudal (basado en un encadenamiento de relaciones de vasallaje) instaurado en una subcultura que vive, según sus propias normas no-escritas, al margen de la sociedad. La bárbara jerarquía de este microcosmos es una respuesta de tintes fascistas a la indiferencia de su país respecto al estado de dicha comunidad, una suerte de metáfora del negligente abandono de Ucrania por parte de la Unión Europea en 2014.

LA CHAMBRE BLEUE. Mathieu Amalric. 76 min. Francia (2014). Con Mathieu Amalric, Léa Drucker, Laurent Poitrenaux, Stéphanie Cléau.

Durante el pasado Festival de Cannes, nada más comenzar la proyección de La chambre bleue –adaptación de la novela homónima de Georges Simenon–, me invadió una extraña sensación: la sospecha de que podía encontrarme ante un ejercicio de exhibicionismo fílmico. Y es que la nueva película del excelente director Mathieu Amalric (Tournée) se presenta ante el espectador a través de un vendaval de artificios: cuerpos escindidos, brutales fueras de campo, saltos de eje, falsos raccords, miradas a cámara… Una celebración de la heterodoxia fílmica que, en un principio, apunta a una ostentosa celebración de la sensualidad fílmica, ligada a una idea carnal del amour fou. Así, debatiéndome entre la fascinación y el escepticismo, decidí, afortunadamente, suspender todo juicio y dejarme llevar por el film.

El profundo extrañamiento por el que apuesta Amalric adquiere todo su sentido cuando descubrimos que estamos ante una película que explora la impenetrabilidad de lo real: no parece haber manera de averiguar quién cometió el asesinato que convierte la película en una intriga criminal y judicial. Planteada como un sutil y al mismo tiempo endiablado vaivén de perspectivas –en ocasiones, los diferentes puntos de vista de un mismo personaje–, La chambre bleue funciona como un discreto laberinto en el que vale la pena perderse. En un momento determinado, un personaje verbaliza la misteriosa esencia del film: “La vida es diferente cuando la vives y cuando regresas a ella (a través de la memoria)”. Manu Yáñez

Goodnight_Mommy

GOODNIGHT MOMMY. Veronika Franz, Severin Fiala. 99 min. Austria (2014). Susanne Wuest, Elias Schwarz, Lukas Schwarz, Hans Escher.

El horror familiar austriaco que nos merecemos en todo festival llega esta vez de manos de dos directoras, producidas por Ulrich Seidl. Si la crueldad y la violencia familiar son motivos ya recurrentes en el cine de ese país, aquí lo que lo vuelve más tolerable es el marco “genérico” que las contiene, diferenciando el film del de otros compatriotas de Franz y Fiala. Una madre regresa a su casa campestre tras un accidente que le requirió una operación estética en el rostro, por lo que lo tiene todo vendado. Allí la esperan, jugando como si nada pasara, sus dos hijos, gemelos. Pero la alegría del regreso se interrumpe ya que mamá está muy cambiada y no solo por los vendajes: agresiva, dura, intolerante, la mujer ha vuelto convertida en otra. Y los chicos empiezan a sospechar que ese cambio es literal: que no es su madre sino una impostora.

Ese es solo el comienzo de una serie de batallas psicológicas que se vuelven físicas y tortuosas en este filme que cada vez va revelando más y más capas, si bien muchas se pueden adivinar de entrada si se presta un poco de atención a ciertos detalles. Hacia la mitad del film, la situación se pone casi al borde del género de terror puro, con escenas que harán a más de un espectador entrecerrar los ojos, pero aún con esos excesos la película logra transformarse en una experiencia enervante y tensa, con algunos momentos sorprendentes. Es fácil imaginar que esta historia tendrá su remake hollywoodense: los elementos narrativos están ahí, listos para ser transformados des del tono gélido del drama familiar disfuncional que todos amamos odiar a algún pueblito del centro de los Estados Unidos… Si pasó con Funny Games –película con la que esta tiene puntos de contacto– seguramente pasará con esta. Diego Lerer (blog Micropsia)

BIRD PEOPLE. Pascale Ferran. 127 min. Francia (2014). Con Josh Charles, Anaïs Demoustier, Roschdy Zem, Clark Johnson.

Desde el arranque, queda claro que la nueva película de la directora de Lady Chatterley, el despertar de la pasión apostará por algo no del todo convencional: las primeras tomas muestran a mucha gente en un tren y trabaja con el sonido de una forma original. Pero pronto la historia parece encontrar un eje en la figura de un ejecutivo de una empresa de software norteamericano que tiene una reunión de trabajo en Francia y se hospeda en un hotel cercano al aeropuerto. A pocas horas de viajar a Dubai para terminar un trabajo urgente, tiene una crisis personal y decide dejarlo todo. De ahí en adelante, Ferran seguirá lo que esa fractura produce en el protagonista y en sus seres más cercanos. Hacia la mitad, esa historia parece quedar de lado y empieza otra: la de una chica que trabaja en ese mismo hotel, a la vez que estudia. Pero luego habrá otro giro narrativo radical y entenderemos la lógica de ese comienzo. La de Ferran no es una historia convencional.

La película es despareja. Tiene buenos momentos e ideas y otros bastante absurdos que no se acaban de sostener dentro del arriesgado concepto del filme. Lo más interesante de la historia –al menos para mí– tiene que ver con la crisis casi espiritual del empresario y su negativa a seguir trabajando (y salir casi del hotel) por más caos que se produzca a su alrededor. Consecuencia de lo que parece ser un ataque de pánico en medio de la noche, esa crisis adquiere un sentido profundo que la película no consigue reeditar pese a sus intentos. Diego Lerer (blog Micropsia)

El-Ardor

EL ARDOR. Pablo Fendrik. 101 min. Argentina/Mexico/Brazil/France/USA (2014). Con Gael García Bernal, Alice Braga, Chico Díaz, Claudio Tolcachir.

Western moderno y revisionista con un reparto internacional encabezado por el mexicano Gael García Bernal y la brasileña Alice Braga, El Ardor fue rodado en la selva misionera más profunda y describe la historia de Kai, un (anti)héroe solitario con algo de chamán que decide enfrentarse a tres mercenarios que trabajan para poderosos intereses que apuntan a incendiar la zona y a atacar a los pequeños campesinos (que se dedican sobre todo a la explotación tabacalera) para quedarse cada vez con mayores extensiones de tierra. Más allá de que pueda leerse como un manifiesto “políticamente correcto” en su mirada ecologista que condena la deforestación de zonas vírgenes, El Ardor retoma el eterno conflicto entre naturaleza y civilización, entre tradición y modernidad, oponiendo las leyendas ancestrales de la zona (hay algo en este sentido del cine del tailandés Apichatpong Weerasethakul) al avance del capitalismo más salvaje.

Si bien hay algunas zonas del relato donde la tensión se diluye y resiente frente a un existencialismo algo torpe, el talentoso director de El asaltante y La sangre brota apuesta con criterio y convicción por un cine de aventuras en la línea de La Reina de África; al western que explora (y pone en cuestión) la figura del héroe –con homenajes evidentes a maestros del género como John Ford y Clint Eastwood–; a la crueldad del hombre y de su entorno en la línea de Deliverance de John Boorman; a una subtrama romántica (con escena de sexo bajo la lluvia entre Bernal y Braga, al borde del cliché); a algunas explosiones sangrientas propias del género gore (hasta se apela al recurso de la motosierra); y a múltiples elementos ligados al clasicismo narrativo que desembocan en un apoteósico y épico duelo final. Diego Batlle

DURAK (THE FOOL). Yury Bykov. 116 min. Rusia (2014). Con Artem Bystrov, Nataliya Surkova, Boris Nevzorov, Kirill Polukhin.

En su tercer largometraje tras Live! y The Major, Yury Bykov ofrece una visión al mismo tiempo sutil y desoladora, devastadora de la sociedad rusa. El antihéroe del film es Dima (Artem Bystrov), un simple y honesto fontanero que trabaja en una pequeña y gris ciudad gobernada por funcionarios corruptos que actúan en connivencia con el empresariado local. El protagonista descubre que un gigantesco edificio habitado por más de 800 personas está a punto de derrumbarse y corre a contárselo a las autoridades, que están en medio de una fiesta llena de excesos. La alcaldesa llama a una reunión de emergencia en un salón contiguo y allí salen a la luz no sólo distintos planes de contingencia sino también todas las miserias, bajezas y reproches cruzados de estos seres de un cinismo y una hipocresía sin límites. Trabajada con la habitual categoría actoral del cine ruso a partir de largos y complejos planos-secuencia, Durak (The Fool) se erige en un film de una solidez incuestionable, aunque ciertos diálogos didácticos y una tendencia a extremar la moraleja le quitan algo de eficacia. Diego Batlle

tales

TALES (GHESSE-HA). Rakhshan Bani-E’temad. 91 min. Irán (2014). Con Fatemeh Motamed Aria, Peiman Moadi, Baran Kosari, Farhad Aslani.

En una escena crucial de Tales, último film hasta la fecha de Rakhshan Bani-E’temad –considerada la ‘Primera Dama del Cine Iraní’–, un director de cine filma a un grupo de trabajadores que protestan por el cierre de la fábrica en la que trabajan. Entre la marabunta de indignados obreros, destaca una mujer mayor que, mirando a cámara, le espeta al director: “¿Pero a quién le vas a mostrar esta película? Y si la ven, ¿qué?”. La pregunta se clava como un puñal en la conciencia del espectador, que lleva casi una hora asistiendo a un verdadero desfile de dramas sociales: adicciones a las drogas, violencia de género, inoperancia de los servicios sociales, conflictos laborales… Un alarmante fresco de la realidad iraní que Bani-E’temad explora con ánimo brechtiano: exponiendo la dimensión política sin cortapisas.

Utilizando, en su fase inicial, un tono exaltado y una estructura de mini-relatos encadenados que remite al cine de Jafar Panahi, sobre todo a El círculo, la película –presentada en competición en el pasado Festival de Venecia– bascula entre lo didáctico y lo histérico. En su afán de denuncia, Bani-E’temad parece negar al espectador margen para la reflexión. Sin embargo, en un sorprendente e imprevisto giro tonal, la película se apacigua súbitamente, renuncia al chillido y pone en escena dos hermosas y serenas piezas de cámara: la primera, un drama matrimonial, la segunda, una pequeña escena de seducción en el interior de un coche; cada una de aproximadamente 15 minutos. Dos pequeños y elegíacos relatos filmados en los que el drama íntimo –vestido con sus ropajes más emotivos y compasivos– se revela como el verdadero termómetro del malestar social. Un notable remate final para un film marcadamente irregular. Manu Yáñez

THE SMELL OF US. Larry Clark. 88 min. Francia (2014). Con Lukas Ionesco, Diane Rouxel, Théo Cholbi, Larry Clark.

Dos décadas después de su polémico debut, Larry Clark revisa el argumento de su ópera prima –cambiando de ciudad y de era– para situarla en un presente cuya desintegración ética resulta más mortífera que el despreocupado contagio del SIDA que denunciaba Kids en los años noventa. The Smell of Us retrata los rituales sociales de un grupo de adolescentes parisinos que comparten algo más que su afición a practicar loopings sobre mendigos en el emblemático Palais de Tokyo. Interpretados por actores no profesionales, los personajes comparten traumas provocados por una vida familiar disfuncional, una frustración que exorcizan practicando sexo desaforado en lugares públicos, abusando del consumo de drogas o vendiéndose a peligrosos pedófilos, como los chicos de Mysterious Skin (Gregg Araki).

La escabrosa nueva película de Larry Clark no critica el delictivo comportamiento de los descarriados menores, sino las desequilibradas obsesiones del mundo adulto que impulsan a los chicos a llevar a cabo dichos actos. En un mundo hiperconsumista, donde el culto al físico ha alterado la percepción respecto a la juventud o la belleza, convirtiendo dichos valores en un anhelo más codiciado que el dinero, Math (Lukas Ionesco) saca partido de su deseado cuerpo de efebo, transformándose en la versión masculina y enfermiza de la elegante protagonista de Joven y Bonita (François Ozon), adolecente que también se prostituía por inercia, sin remordimientos ni necesidad económica. Carlota Moseguí

Court-de-Chaitanya-Tamhane

COURT. Chaitanya Tamhane. 116 min. India (2014). Usha Bane, Vivek Gomber, Pradeep Joshi, Geetanjali Kulkarni.

Premiada en el Festival de Venecia 2014, esta película india recordará a muchos el estilo cinematográfico que patentaron durante los últimos años los rumanos. El filme se centra en una serie de sesiones de una corte de Mumbai en la que un abogado defensor y una fiscal tratan de resolver el caso de un músico, activista político y profesor a quien se acusa de haber instigado a un hombre a suicidarse a partir de la letra de una de sus canciones. El punto de partida es la excusa para pintar un sistema perverso que persigue a los críticos a partir de argucias legales absurdas y decimonónicas que amparan esos actos en un marco “legal”. Película detectivesca, en cierto modo, en la que el abogado intenta liberar a su defendido a partir de ir descubriendo datos y testigos que prueban su evidente inocencia solo para verse de vuelta enredado (él y su cliente) en alguna otra argucia, trampa legal o, aun más, en la convicción de que el sistema, una y otra vez, encontrará formas y fórmulas para volver a encarcelarlo, kafkianamente, para siempre. Más allá de una “coda” que sobra y no está a la altura de la sutileza del resto del filme, se trata de uno de los grandes descubrimientos del último año cinematográfico y de un cine indio que escapa a las líneas más conocidas de la filmografía de ese país. Diego Lerer (blog Micropsia)