Manu Yáñez

En Los que desean, Elena López Riera reincide en las constantes que han hecho de su obra un ejercicio de vocación poética y aliento conceptual, una vía permanente de instigación del misterio. Como ocurría en Pueblo y Las vísceras, sus anteriores cortometrajes, la pulsión que guía la mirada de la cineasta alicantina sigue siendo una fascinación por lo ritual que trasciende todo moralismo, un interés por lo atávico que se despliega aquí en la exploración del universo de la colombicultura. Así, Los que desean afianza la obra de López Riera, miembro del colectivo lacasinegra, en las coordenadas de un cine de lo real alérgico al academicismo y a lo didáctico. Un proyecto cinematográfico que ya había sido acogido por los festivales de Cannes y Locarno, y que ahora vuelve a ser bienvenido por el certamen suizo. En la siguiente entrevista, la directora de Orihuela reflexiona sobre las claves temáticas y estilísticas de su nuevo trabajo.

¿Cómo diste con el mundo de los palomos? En los agradecimientos, citas el proyecto Paloma al aire de Ricardo Casas. ¿Qué fue lo que te fascinó en un primer momento?

La colombicultura es un deporte muy arraigado en mi pueblo y en toda la comarca, así que lo conozco desde siempre. Aunque yo nunca lo haya practicado, muchos hombres de mi familia, vecinos y amigos son palomistas, así que lo conozco desde siempre. Desde pequeña siempre me ha fascinado esa imagen poética y al mismo tiempo tan terrenal, tan cotidiana para nosotros, que es el cielo surcado por palomos de colores y esos hombres dispersos, mirando los pájaros como si les fuera la vida en ello.

El trabajo de Ricardo Cases es importantísimo para mí, creo que nadie como él retrata el levante. Paloma al aire es un libro capital, y aunque la colombicultura es algo que conozco desde siempre, estoy segura de que la mirada de Ricardo me ha influido, y por eso me parecía importante citarlo como una agradecimiento especial en Los que desean. La primera vez que vi las imágenes de Paloma al aire fue en una exposición en París, y me emocionó mucho ver fotos de mi pueblo en un lugar como Le bal (la galería de la agencia Magnum). Ricardo, al que no conocía entonces, estaba allí, me acerqué y nos dimos un abrazo, le di las gracias por traerme el pueblo a París y después estuvimos hablando del Palmeral de Orihuela y de los partidos de básquet en el polideportivo.

Excepto en el “prólogo” y en la escena en la que vemos a un hombre pintando a su palomo, casi toda la película se concentra en la competición de las aves. Y pese a las bellas imágenes del vuelo de los palomos, tu atención parece concentrada en el modo en que los hombres observan el (intento de) apareamiento de sus animales. ¿Cuál era tu interés principal? Hay ahí un componente casi voyeurístico que me parece muy cinematográfico.

Éste ha sido un trabajo muy largo y laborioso. He pasado casi tres años acompañando a esos hombres, grabándolos y enfrentándome después al material para intentar construir un relato que no fuera meramente descriptivo o que intentara dar una explicación total de la colombicultura. Lo que me interesaba era intentar captar lo que para mí hay de fascinante y misterioso en todo esto, y por eso decidí concentrarme en la mirada de esos hombres, porque creo que es en esa tensión que se genera entre sus mirada y el cortejo de las aves, entre el deseo de los machos por la hembra y el deseo extendido de los hombres por sus palomos, donde surge lo fascinante de este deporte. En cualquier caso, es ahí donde está lo que a mí me fascina, lo que me permite despegarme de lo inmediato, de lo real. Mirar a los que miran, desear a los que desean. Después de mucho pensar, creo que encontré la forma cuando me di cuenta de que en realidad era una película sobre el deseo.

Cuando te entrevisté a propósito de Las vísceras, tu anterior cortometraje, me hablaste de la importancia que tenía para ti el recuerdo de la matanza del conejo, casi siempre ejecutada por mujeres. En Los que desean, planteas un retrato de corte antropológico y poético de un universo enteramente masculino. La cuestión de género se vuelve casi inquietante cuando, en la película, haces referencia a la intolerancia absoluta ante la posible “desviación sexual” de los palomos. ¿Sabías desde un principio que la cuestión de género sería tan crucial en la película?

Sí, de manera consciente o inconsciente, creo que había algo que me fascinaba en el hecho de adentrarme en un universo casi exclusivamente masculino, casi como un desafío, como algo que no me estaba permitido. Que sea una mujer la que mira a los hombres y su deseo, por una vez, y no al revés. Aunque me gustaría aclarar que la colombicultura no es un deporte que vete a las mujeres, aunque es verdad que yo sólo he visto a una en todo este tiempo…

Decidí incluir el artículo del reglamento que hace referencia a la sexualidad de los palomos porque me parecía importante subrayar que ese deseo sexual es algo construido socialmente. La colombicultura, como tantos otros rituales, se basa en una idea del deseo heterosexual de los animales como si fuera algo que surge en la naturaleza de forma incontestable y no es así. A los machos se les educa para que persigan a las hembras, el deseo no es algo innato sino aprendido. 

En Los que desean, tu interés por lo ritual se concreta en la lectura de una serie de reglas escritas que codifican el universo de los palomos. Dicha normativa habla de “la intensidad del deseo”, de las formas específicas del apareamiento o de la formación sexual de las aves. Parece casi un tratado práctico de una cierta filosofía de vida. ¿Qué lectura haces de ese reglamento?

Como te decía, éste ha sido un trabajo muy largo y laborioso, he ido montando al mismo tiempo que iba rodando y hemos dedicado muchísimas horas con mi montador (Raphaël Lefèvre, con quien trabajo habitualmente) hasta conseguir una forma que nos gustara. En realidad, la escritura se ha hecho en el montaje, la idea de utilizar el reglamento llegó al final. En realidad no quería hacer una película que explicara la colombicultura y todo lo que ella implica, sino ofrecer una mirada personal sobre lo que para mí hay de fascinante en ella. En realidad para mí este corto es la continuación de una investigación sobre los rituales, sobre las prácticas colectivas y los aspectos fantásticos de lo cotidiano, que ya estaba en los cortos anteriores. Sin embargo esta vez era muy difícil construir un relato sobre una práctica que para mí es conocida pero que para la mayor parte de gente no lo es.

En una de las sesiones de grabación, un árbitro, Carruro, me regaló el reglamento de la federación valenciana de colombicultura y pensé que lo mejor era utilizar el reglamento tal cual, casi como en un documental científico, pero dándole una vueltecica. Por eso decidí leerlo yo y hacer una selección completamente personal de los artículos que más me interesaban, porque me parecía que era importante subrayar que ésa es mi visión de las cosas, que mi mirada es completamente subjetiva y sesgada. Pero sí, utilizar un tono aséptico, casi jurídico de una actividad tan poética, me parecía que generaba un contraste muy interesante. 

¿Te resultó fácil acceder al mundo del colombaire?

Sí sí, muy fácil, como te decía, hay muchos amigos y miembros de mi familia que se dedican a ello, uno de los chicos que aparecen, Jorg, es mi primo y la verdad es que en general son gente muy amable, y con ganas de dar a conocer lo que para ellos es una pasión, así que no tuve ningún problema, ¡al contrario!

La edición de sonido de Los que desean es llamativa. Menos el sonido de las comunicaciones a través de los walkie-talkies, casi todas las conversaciones aparecen un poco desdibujadas, amontonadas unas sobre otras formando un magma sonoro parecido al ronroneo de los palomos. ¿Qué buscabas con el trabajo de sonido?

Una de las cosas que más me impresiona de la colombicultura es el sonido. Es muy emocionante ver cómo se superponen el sonido que emiten los palomos en el cortejo para atraer a la hembra (llamado “sureo”) con el sonido de las conversaciones de los hombres, casi como un murmullo muy respetuoso, disperso. En las horas que los hombres pasan mirando a los palomos se habla de fútbol, de cosechas, nunca de política. No se habla de nada en concreto y al mismo tiempo todos sus gestos, sus miradas, sus silencios son de una elocuencia acojonante. Me parecía interesante mantener ese universo sonoro y no utilizar música o elementos externos.

En Los que desean hay menos elementos ficcionales que en Las vísceras, que a su vez era menos ficcional que Pueblo. ¿Sientes que tu evolución como cineasta te va alejando de lo ficcional o te gustaría volver al trabajo con actores, por ejemplo? ¿Podrías contarnos algo de tus próximos proyectos?

La verdad es que no sé por dónde va mi evolución como cineasta, no tengo trazado un plan concreto, creo que cada proyecto adquiere una forma y que es importante escuchar a las imágenes. Los que desean surgió como una pulsión muy sencilla, sin demasiadas ambiciones, surgió de un deseo por observar, por sumergirme en un universo que me fascinaba y que no era del todo mío (en los dos cortos anteriores, sí que hay una dimensión más íntima). Es cierto que no hay elementos ficcionales, y no me cuesta nada asumir la película como documental (no creo que por ello sea menos película) pero sí creo que sigue habiendo un interés por elementos que nos alejan de lo cotidiano, de lo inmediato.

Y sí sí, me gustaría mucho volver a trabajar con actores y con historias de ficción, ahora mismo estoy empezando a escribir un guion de un largometraje basado en una historia de amor de verano, pero todavía es un poco pronto para hablar de ella porque aún estoy dándole vueltas, lo que sí puedo adelantar es que uno de los personajes es palomista.

Los que desean se presenta en el Festival de Locarno en la sección de cortometrajes suizos. ¿Te resulta más fácil encontrar financiación fuera de España o, en este caso, se trata de una cuestión circunstancial?

Sí, Los que desean compite en el concurso nacional que es donde participan, según el reglamento del festival, los cortos de producción suiza. El tema de la financiación es espinoso, sí. A mí, personalmente, hasta el día de hoy, me ha sido más fácil encontrar financiación en el extranjero, ya que en España tanto el ICAA como el IVAC siempre han rechazado mis proyectos, pero no me gusta nada el pataleo. Creo que hay que respetar las decisiones de los comités, y aunque, obviamente, me habría gustado haber recibido apoyo de mi país no ha sido así. Este corto ha sido producido por la compañía Alina film con quienes también estoy desarrollando el largometraje y estoy muy contenta de haber podido contar con su apoyo. De todos modos, creo (en fin, espero) que las cosas vayan cambiando poco a poco en las instituciones españolas del audiovisual y que se vayan adaptando a las nuevas maneras de hacer cine, creo que es un poco triste que de los cortos españoles que participan este año en Locarno, al menos tres de ellos, que yo sepa, no hayan contado con ayuda de las instituciones.