Carlos Reviriego (Festival de Berlín)

A horcajadas del mundo literario se desarrolla la extraordinaria Dovlatov, con la que el maverick ruso Alexei German Jr participa en la Competición Oficial de Berlín. El escritor Serguéi Dovlatov es una de las figuras literarias más consideradas en Rusia, si bien en vida nunca gozó de tal predicamento. Concebida como una balada o como el diario de una semana en la vida del escritor –noviembre de 1970–, Dovlatov presta la misma atención tanto al poder de la palabra como al de las imágenes. El poeta escribe artículos de encargo para el periódico de una fábrica y no logra publicar ninguno de sus manuscritos pues no pertenece a la Unión de los Escritores Soviéticos. Su intransigencia a cualquier forma de intervención en su discurso, su rechazo a ser sistemáticamente “positivo y constructivo” con el régimen de Brézhnev, le mantiene al margen de los medios oficiales. También su amigo el poeta Joseph Brodsky –futuro Premio Nobel– padece los efectos de un sistema que no alimenta a los intelectuales díscolos con el régimen, y es forzado al exilio, como tiempo después el propio Dovlatov acabaría migrando a Estonia y Estados Unidos. Los días en la vida de Dovlatov, recién divorciado, padre de una hija y viviendo con su madre, transcurren en un estado de duermevela ocupando las horas con encuentros de la bohemia artística de Leningrado, visitas a la redacción y su trabajo como periodista, mientras busca dinero en el mercado negro para comprarle “una muñeca gigante alemana” a su hija.

German Jr. otorga una cualidad serenamente onírica al relato con el empleo de largos y populosos planos secuencia, filmados de tal modo que anula cualquier forma de exhibicionismo, buscando el equilibrio entre la dimensión naturalista de las secuencias, muy dialogadas, y el nivel casi espectral, en perpetua neblina, de la imagen. Pareciera que el estilo del film busca reflejarse en el estilo post-realista de Dovlatov, cercano al absurdo, que ridiculiza la realidad con el poder de la ironía. La secuencia en la que, durante la investigación para un reportaje, encuentra en el subsuelo los cadáveres de una clase infantil bombardeada treinta años atrás, concentra la emoción de un itinerario que es también, a su modo, un trayecto por los cimientos de la historia cultural soviética. El film regresa a un tiempo en el que el arte, la cultura, en todas sus manifestaciones, tenía un papel fundamental en la política y la vida de los ciudadanos, en los que la literatura y la opinión de los intelectuales todavía importaba y podía cambiar las cosas. Hay un manifiesto sentimiento de nostalgia hacia ese mundo desaparecido, al tiempo que una necesidad de apelar a la resistencia de creadores y artistas que, como relata Dovlatov en su intermitente voz en off, transitan por el mundo haciendo acopio de pequeñas alegrías y grandes desengaños, pero no pueden si no sentirse afortunados porque, dice, “todavía existimos”.