Álex de la Iglesia parece haber ido perdiendo el favor de la crítica conforme avanzaba más en su exacerbada versión de diversas tradiciones profundamente españolas, como son el esperpento, las pinturas negras, o el humor sarcástico y sin medida. Peor para quienes no sepan disfrutar, o al menos entender, el proyecto entre humorístico y político de actualización de unas tradiciones hondamente arraigadas, y que siguen vigentes y funcionando para aquello que mucho otro cine ha renunciado a hacer: entender el país, y ofrecer una mirada crítica y despiadada. Balada triste de trompeta remite inevitablemente a“Duelo a garrotazos” de Francisco de Goya, esa pintura que representa a dos hombres peleando con garrotes de madera y los pies enterrados en el suelo. Poco importa que Goya no los pintara así, sino sobre un suelo de hierba, porque esa imagen, fruto de la deficiente conservación del óleo, se ha convertido en una metáfora del eterno retorno de una España condenada a partirse la cabeza. La película del siempre excesivo Alex de la Iglesia, ganadora del premio al mejor guión y mejor director en el Festival de Venecia de 2010, retoma esa idea de la España autodestructiva, apegada a la violencia y condenada a la sangre entre hermanos. GdPA

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