Una de las películas más polémicas de la última edición de Sitges vino de una Turquía que, desgraciadamente, sabe mucho sobre la construcción del terror. Tras el primer pase en el festival, Baskin se convirtió en una obra ante la que la indiferencia sencillamente no era posible: unos cargaron contra un tren de la bruja excesivamente plagado de violencia gratuita mientras que otros aplaudieron la valentía de hacer una película de género que, efectivamente, diese miedo. La ópera prima de Can Evrenol narra un viaje en espiral al infierno, uno que comienza con cuatro policías discutiendo en una cena rodada al más puro estilo costumbrista y que finaliza con algunos de esos mismos protagonistas en un sótano de los horrores repleto de gore y de perversión. Resulta difícil olvidar algunas de las imágenes que Evrenol construye en una segunda parte, del mismo modo que la figura del actor Mehmet Cerrahoglu quedará irremediablemente grabada en las retinas de todos sus espectadores. Baskin es un sano festival de sangre al que o se va dispuesto a mancharse o directamente no se entra. ER 

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