¡Qué bello es vivir! no fue un gran éxito en el momento de su estreno y la película cayó en el olvido hasta que en 1974 un funcionario de la Republic Pictures olvidó hacer el papeleo con el que quedaban renovados sus derechos de copyright. Así, la película pasó a dominio público con lo que varias cadenas de televisión aprovecharon para rellenar sus programaciones festivas con la emisión de la película y, poco a poco, los pases televisivos se convirtieron en una tradición y la película recuperó la fama que nunca tuvo. Si bien es cierto que Frank Capra era menos subversivo que otros de los cineastas clásicos de su generación, existen muchas maneras distintas de leer este cuento de navidad: una de ellas es la fábula optimista en la que el candor navideño puede efectivamente con todas las adversidades, pero otra perspectiva pasa por fijarse en la historia de un perdedor nato sumido en una terrible depresión. La película, que no está exenta de toques de humor, no sólo es un canto familiar y social sino también una obra que se fija en los caminos que nunca conseguimos transitar y la necesidad de auto convencimiento respecto a la triste realidad del desvío. ER

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