La Semana de la Francofonía (ya saben, esa forma de ser francés sin serlo necesariamente, o esa grandeur de la France extendida por el mundo), organizada por el Instituto Francés de Madrid, fija su atención cinematográfica este año en el cine francés, y no necesariamente en el más conocido, sino en un puñado de títulos extraídos de circuitos paralelos o al menos, no excesivamente frecuentados. Es el caso de Brûle la mer, película estrenada y premiada en el esencial FIDMarseille, probablemente uno de los mejores festivales del mundo. Bajo la forma de ensayo cinematográfico, y bien lejos de cualquier cliché sociológico o periodístico, retrata un conjunto de historias fragmentarias de lucha y exilio de jóvenes tunecinos después de la caída de Ben Ali. ¿Qué significa romper con el propio pasado, soñar con la libertad, realizar un film y escribir un trozo de la historia? GdPA

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