La película de Virginia García del Pino La décima carta, que retrataba la relación entre la del Pino y el cineasta salmantino, ha tenido una consecuencia más que loable: re-despertar el siempre necesario interés por el cine de uno de los grandes malditos de nuestro país, censurado, oprimido, ignorado por motivos politicos durante la dictadura fascista, e ignorado después por el regimen democrático, que no supo encontrar un fácil acomodo a su cine siempre contestatario. Y así, pese a los homenajes, Martín Patino se hunde en una doble desmemoria: la suya propia, y el olvido colectivo de un cine más mencionado que visto y reivindicado. Por eso parece tan importante destacar el más mínimo gesto de revisitar el trabajo de Patino, como este pase en Cineteca de una de sus películas más demoledoras, un trabajo de montaje clandestino, siguiendo la estela ensayada en su seminal Canciones para después de una guerra, en torno a la figura del dictador. En plena clandestinidad, Patino y su equipo iniciaron una búsqueda de imágenes y sonidos de archivo, en los que no pudieron contar, en esta ocasión, con los fondos de organismos oficiales, al estar proscritos tras el conflicto con su trabajo anterior, para organizarlos posteriormente de un modo especialmente irónico, salvaje, y políticamente critico en uno de los mejores ejemplos de montaje expresivo y cine politico que se hayan hecho nunca en nuestro país. GdPA

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