Parte del último cine griego que ha llegado a nuestras pantallas pasa por un momento de profundo cinismo donde la peculiaridad de lo oscuro se ha acabado convirtiendo en algo cotidiano. Esto es en gran parte culpa de Yorgos Lanthimos y su gran repercusión internacional, y Chevalier es uno de esos ejemplos post-Canino donde también partimos de una premisa ciertamente original —en este caso la competición que tiene lugar entre varios hombres a bordo de un barco por determinar quien es el mejor de todos— para llegar a un puerto menos inesperado de lo que parece. Chevalier persigue un in crescendo dramático que pasa sobre todo por el detalle y usa el absurdo de una serie de situaciones para intentar plantear un drama más conceptual que narrativo sobre la figura masculina de comienzos de siglo. A medio camino entre el ridículo de las acciones de sus protagonistas y la crueldad de una directora que no pretende perdonar a ninguno, Chevalier no es una película amable y la travesía anhela más el mareo de las olas que el mar en calma. En cualquier caso, se trata de una película interesante en su concepción del gag y muy acorde con algunas de las líneas de interés del cine europeo de la última década. ER

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