Página web del Festival de Cine Europeo de Sevilla (3-11 noviembre).

9 DOIGTS (9 FINGERS). F.J. Ossang. 99 minutos. Francia, Portugal (2017). Con Damien Bonnard, Diogo Dória, Elvire.

Desde que en 1982 el polifacético F.J. Ossang se inició en el séptimo arte con su cortometraje La dernière énigme, el director de Docteur Chance no ha dejado de jugar con las convenciones de los géneros cinematográficos. Película tras película, este cantante, escritor y cineasta de culto se ha dedicado a subvertir los clichés del cine negro, fusionándolos con los lugares comunes de las películas de aventuras, de la ciencia ficción e, incluso, de los musicales. Así, 9 Doigts arranca bajo la apariencia de un noir clásico en el que Paul Hamy es secuestrado por una banda criminal escondida en una estación de tren. Esta prodigiosa introducción, que en palabras de Ossang homenajea a su gran referente, Jean-Pierre Melville, pronto se transformará en una odisea a bordo de una embarcación gigante, que, a su vez, deviene un viaje por el Cosmos.

La gran conquista de 9 Doigts consiste en un indiscutible equilibrio entre el cine de aventuras y lo contemplativo. Ossang, obsesionado por filmar la palabra, ha dividido todo el film en tomas de acción (peleas, asesinatos y tiroteos) y en otras escenas estrictamente habladas donde dos personajes comentan lo que acabamos de ver. Para algunos espectadores, estas escenas fueron una carga que ralentizó la trama innecesariamente; sin embargo, su existencia es imprescindible para entender el esqueleto de 9 Doigts. Esta historia, como tantas otras ideadas por la mente de este poeta, nace de un duelo de opuestos: del blanco y el negro, de la feminidad y la masculinidad, del Bien y el Mal, y, por último, de la acción y la palabra. Carlota Moseguí

MADAME HYDE. Serge Bozon. 95 munitos. Francia, Bélgica (2017). Con Isabelle Huppert, Romain Duris, José Garcia.

Isabelle Huppert está literalmente en llamas en Madame Hyde. Uno podría haber usado el término “on fire” para definir la actualidad de la magistral actriz francesa y la verdad es que, tras Elle y El porvenir, ella continúa en estado de gracia, pero lo concreto es que en pantalla su cuerpo aparece en varios momentos encendido cual antorcha humana. Madame Hyde, otra delirante apuesta como director de Serge Bozon, tiene a Huppert como una profesora de física odiada y objeto de todo tipo de burlas por parte de sus estudiantes en una secundaria técnica de los suburbios. Una inesperada descarga eléctrica durante un experimento en un contraturno le otorgará poderes especiales y esa metamorfosis cambiará no sólo su gris existencia sino también la de algunos de sus alumnos, que representan la diversidad étnica en la sociedad de ese país.

Este guion coescrito por el realizador de La France y Tip Top, junto a Axelle Ropert, es una muy libre, contemporánea y feminista transposición del clásico de Robert Louis Stevenson (con algo también del mito de Frankenstein) en la que, además de Huppert (cuyo personaje se apellida no por casualidad Géquil), se luce Romain Duris como el no menos excéntrico rector del colegio. Bozon –un ex profesor de filosofía que en el trasfondo propone una mirada despiadada sobre el estado de la enseñanza en la educación pública– huye del facilismo del gag (hay algo del cine del argentino Martín Rejtman en la propuesta) y, aunque su película en muchos pasajes divierte de forma genuina, hay situaciones que pueden frustrar o incluso irritar a un público ávido de conflictos más clásicos, pero precisamente en la audacia, la irreverencia, la insolencia y la provocación se sustenta un estilo tan propio como reconocible. Diego Batlle

SICILIAN GHOST STORY. Fabio Grassadonia, Antonio Piazza. 122 minutos. Italia, Francia, Suiza (2017). Con Julia Jedlikowska, Gaetano Fernandez, Corinne Musallari.

La Semana de la Crítica del pasado Festival de Cannes eligió como película de apertura la nueva obra de los directores italianos que hace unos años ganaron el Gran Premio de esta sección con Salvo (2013). Ya en esa, su ópera prima, sorprendían por la solidez con la que incorporaban el paisaje a su relato y por la construcción sonora que aportaba misterio a la narración (en ese caso, muy pertinente además por cuanto la protagonista femenina, raptada en un ajuste de cuentas mafioso, era ciega). Aquí, nuevamente, la historia se vincula con la mafia. ¿Podría no hacerlo? Es claro que para Grassadonia y Piazza incorporar el entorno a su deriva cinematográfica implica, siempre, tener a la mafia como parte del paisaje del Sur de Italia.

Lo que comienza bellamente como el encuentro sutil, temeroso, cargado de nerviosismo y tensión, entre dos adolescentes, compañeros de escuela, se transforma y va mutando en una historia de amor trágico, con componentes mágicos o sobrenaturales. Inspirada en el caso de Giuseppe di Matteo, secuestrado durante meses por la mafia en 1993 para tratar de impedir que su padre obrase como informante de la justicia en su contra, la potente relación de la pareja de enamorados funciona como fábula que se abre a lo fantástico. Potente y lírica, lo que funcionaba perfectamente en Salvo aquí se pierde un poco en la reiteración de los excesivos 122 minutos de metraje. Sin embargo, la apuesta por la abstracción (el inicio recuerda al de L’amico de famiglia, de Paolo Sorrentino) y la libertad para cruzar los géneros son datos que se agradecen en el ámbito del algo alicaído escenario del cine italiano contemporáneo. Fernando E. Juan Lima

MILLA. Valerie Massadian. 128 minutos. Francia (2017). Con Severine Jonckeere, Luc Chessel, Ethan Jonckeere.

Milla (Séverine Jonckeere) tiene 17 años y acaba de terminar la educación secundaria; su novio Leo (Luc Chessel) es apenas un poco más grande y no tiene demasiados recursos como para conseguir trabajo. Ellos se instalan en una casa abandonada en el norte de Francia, a orillas del Canal de la Mancha, y subsisten como pueden. Él consigue un puesto en un barco pesquero y ella terminará limpiando habitaciones en un hotel. No conviene contar nada más porque la película tiene unas cuantas sorpresas y giros inesperados. Cabe indicar, sí, que el film aborda cuestiones como el embarazo adolescente y la desafección juvenil sin subrayados, golpes bajos ni denuncias horrorizadas.

Si Massadian comienza empleando un estilo más cercano al de los hermanos Dardenne o el primer Bruno Dumont, luego se anima –no siempre con la misma fortuna– con una apuesta por el artificio, que va desde un número musical hasta apariciones casi del orden de lo fantástico. El desenlace, en cambio, está bastante ligado al tono de su multipremiada ópera prima, Nana. Irregular, desconcertante, por momentos demasiado distanciada, Milla demanda que el espectador se mantenga firme y acompañe las desventuras de su heroína. El trayecto no es sencillo, pero la recompensa final vale la pena. Massadian explora, prueba, busca, experimenta y en muchos casos termina acertando. Un digno segundo paso para una artista visual cuya obra excede por mucho el campo cinematográfico. Diego Batlle