Cuando uno piensa en Joseph L. Mankiewicz lo más habitual es que vengan a la cabeza obras maestras como El fantasma y la señora Muir, Eva al desnudo, De repente el último verano o anomalías tan interesantes como Ellos y ellas o incluso La huella, la que sería su última película. Poca gente piensa en su penúltima obra, El día de los tramposos, tal vez porque su carácter lúdico ha hecho que quede recluida en el compartimento de películas menores de su director. Nada más lejos de la realidad: El día de los tramposos (There was a crooked man… en su maravilloso título original) es una combinación interesantísima de western, comedia y trama carcelaria, un duelo entre el preso Kirk Douglas y el alcaide Henry Fonda donde el carisma de sus dos protagonistas nunca anula la labor de puesta en escena, sino todo lo contrario. Imbuida en una sublime banda sonora a cargo de Charles Strouse y escrita por David Newman y el futuro realizador Robert Benton (tándem que había debutado pocos años antes con Bonnie & Clyde), El día de los tramposos planea alrededor de conceptos como el bien y el mal pero lo hace siempre a través de un subtexto y una trama donde, como en la vida, nada es nunca lo que parece. Hecha la ley, hecha la trampa. ER

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