Antonio M. Arenas (DocumentaMadrid)

Es año de Mundial, la final de la Champions League (el máximo torneo del fútbol europeo) está a la vuelta de la esquina y el planeta se volverá a paralizar, irónicamente, en torno a una pelota. ¿Pero cómo ha llegado el fútbol a convertirse en el espectáculo de masas alrededor del que orbita nuestra existencia? ¿Hasta qué punto encarnan los deportistas de élite a los nuevos Dioses del Olimpo? ¿Qué ha sido de la concepción del deporte como un simple juego capaz de reflejar la idiosincrasia de cada pueblo? Dentro de la Competición Fugas de DocumentaMadrid, abierta a la innovación y dispuesta a romper con las ideas preconcebidas sobre el documental, encontramos dos títulos que, lejos de atreverse a responder a estas preguntas, plantean nuevas incógnitas sobre el lugar que ocupa el deporte en nuestra sociedad. En BUDDHA.mov el cineasta indio Kabir Mehta sigue la rutina, nada rutinaria, de un jugador profesional de cricket que lleva una vida repleta de lujos, vicios y también de apariencias que la película se atreverá a desmontar. Por su parte, con Playing Men, el esloveno Matjaž Ivanišin vuelve su mirada al deporte primigenio, documentando distintos juegos y tradiciones olvidadas en un ejercicio etnográfico del que el propio director cuestiona su significado.

Buddhadev Mangaldas es una estrella del cricket, deporte rey en la India. Y también es el primo del director Kabir Mehta, que le propone realizar una película con la que ensalzar su estilo de vida. Como su propio título indica, BUDDHA.mov es una glorificación de la imagen de su protagonista, al que vemos dormir en mansiones de lujo, manteniendo relaciones sexuales con modelos a las que cada noche conoce por Tinder, conduciendo deportivos a toda velocidad y celebrando grandes banquetes. Su título también nos advierte de que se trata de un objeto digital falso, una suerte de simulacro. Aunque inicialmente su ampuloso dispositivo nos recuerda a The Challenge (2016), la irónica aproximación de Yuri Ancarani al espectáculo de la caza del halcón en Qatar, pronto la película decide autodestruirse mediante ligeros movimientos de cámara que perturban sus perfectos encuadres, insertando escenas grabadas con un teléfono móvil o partiendo la imagen para incluir pantallas de Youtube, Whatsapp o Facebook que comienzan a desmontar la fachada del protagonista.

BUDDHA.mov es por tanto una película sobre la imagen digital y la apariencia de todo deportista de élite, que señala no solo la facilidad con la que se construye una apariencia en redes sociales, sino que incide en los peligros a los que se asoma un documentalista cuando es devorado por su personaje. Una distancia entre la realidad y la suerte de ficción en la que se han convertido las redes sociales, que la película subraya en su magistral último plano, que lejos de la burbuja en la que había sido representado hasta entonces, devuelve a nuestro protagonista a la cruda realidad de las calles de Delhi, en las que un transeúnte llega a preguntarse de quién se trata.

En una travesía por los Balcanes que nos lleva a visitar rincones perdidos de Italia, Croacia o Turquía, Playing Men de Matjaž Ivanišin trata de preservar deportes o juegos que por insólitos jamás creeríamos que podrían existir. Desde el lanzamiento de quesos en un pueblo italiano, que ruedan y ruedan frente a la cámara con un gran sentido del gag en plano fijo, hasta batallas grecorromanas que captura mediante planos cerrados, ciñéndose con intensidad a la contorsión de cuerpos y rostros en el encuadre, Playing Men retrata con tanta ironía como cariño a los hombres que persisten en mantener competiciones absurdas, ahondando en la decadencia de una cierta masculinidad. No en vano, conviene destacar que la presencia de mujeres en el metraje es absoluta y deliberadamente insignificante.

Pero late un poso de tristeza en este mediometraje que el propio director no sabe cómo terminar, incluyéndose como un personaje más, abatido y en silencio junto a la barra de un bar. Hasta que un buen amigo, solitario entrenador de tenis, le recuerda la mítica victoria de Goran Ivanišević en Wimbledon, al que llegó en 2001 como el número 125 de la ATP. Playing Men se transforma en una épica rememoración de su hazaña, deteniéndose de forma minuciosa en el punto final que le dio la victoria, para a continuación recuperar imágenes de archivo que muestran cómo la celebración en Split se volvía una batalla campal en la que el significado del deporte se difuminaba. Es por tanto lógico que, a su conclusión, Playing Men adquiera un tono crepuscular que remite al western, entonando aquel My Rifle, My Pony and Me que inmortalizara Howard Hawks en Río Bravo (1959), mientras la cámara se aleja progresivamente de la pista de tenis, despidiéndose de una forma de entender el deporte en vías de extinción.

Ya sea desde el esteticismo digital, integrando diversas pantallas como Kabir Mehta en BUDDHA.mov, o a través de la fuerza rudimentaria del celuloide con el que está rodada Playing Men, que complementan a la perfección sus ideas formales, ambas películas tienen en común su puesta en abismo. Lejos de caer en un punto de vista cínico de los mundos que retratan, ponen en duda su relación con el nuestro y su propia validez como obras cinematográficas, asumiendo el fin de una época ante el advenimiento de otra realidad 2.0 que se nos escapa.