Tal vez se ha abusado en exceso del término “crepuscular” a la hora de describir un determinado tipo de western, pero lo cierto es que existen pocos adjetivos tan adecuados como aquel para describir la sensación con la que uno se queda tras asistir a El hombre que mató a Liberty Valance. Se trata de una película crepuscular porque plantea el final de un tipo de vida (de acción) frente a su posibilidad futura (a través de la palabra). El arquetipo clásico del héroe no sólo desaparece, sino que cede su lugar a un nuevo tipo de rol, uno que ni siquiera vive con plenitud el horizonte que le queda por delante porque sabe que no es nadie sin aquellas tierras alejadas que dejó atrás. Con ellos, desaparece también una forma de entender la sociedad estadounidense y su historia: el político y el capitalismo viajan en tren mientras que el pistolero y la ley del más fuerte descansan en un apeadero abandonado. Además, El hombre que mató a Liberty Valance es, ante todo, una historia de amor y desencanto; una que viaja a través de la memoria de un país pero siempre a través de unos personajes tan apegados como desencarnados. Los cines Numax ofrecen la oportunidad de asomarse a una de las grandes películas de Ford a lo largo de esta semana. ER
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