En las últimas semanas, varias películas destacadas de la última remesa de cine español heterodoxo han sido seleccionadas en festivales internacionales de prestigio. Así, por ejemplo, Dead Slow Ahead de Mauro Herce –que se alzó con el premio al Mejor Director en la sección Cineastas del Presente del pasado Festival de Locarno– ha sido elegida para participar en la competición de Largometraje Iberoamericano Documental del 31 Festival Internacional de Cine de Guadalajara (4-13 de marzo, México), uno de los certámenes con más renombre en el panorama de los festivales latinoamericanos. En una entrevista concedida a Otros Cines Europa, Herce apuntaba sobre la concepción de su película –ambientada en un monumental carguero– que le interesaba “la idea paradójica de hacer un documental de ciencia ficción”: “Dead Slow Ahead es un reflejo de mi experiencia personal de aquel lugar”.
Por su parte, Oleg y las Raras Artes de Andrés Duque, recientemente estrenada en el Festival de Rotterdam y ganadora del premio a la Mejor Película en el Festival Punto de Vista de Navarra, participará en Cinéma du Réel (18-27 de marzo), el certamen de documentales fundado por Jean Rouch que se celebra en el Centro Pompidou en París. En una entrevista concedida a Otros Cines Europa, Duque revelaba que su aproximación a la figura del músico ruso Oleg Karavaychuk escondía un interés por “reivindicar la belleza que veo en lo raro”. Así, el director de Color perro que huye y Ensayo final para utopía deseaba “expresar toda la ternura que Oleg puede despertar y transmitir”.
Por último, la producción española El apóstata, dirigida por el uruguayo Federico Veiroj, ha sido seleccionada para participar en el prestigioso New Directors/New Films (16-27 de marzo), certamen que organizan conjuntamente el MoMA de Nueva York y la Film Society of Lincoln Center, y que aspira a “introducir al público de Nueva York la obra de autores emergentes del panorama mundial”. En su crítica para Otros Cines Europa, Manu Yáñez definía el film de Veiroj como “un triunfo cinematográfico” forjado gracias a su “su naturaleza inquieta e incontinente”. “La película ensaya locuras freudianas: unos viajes físicos a la infancia que tocan el cielo con el rostro cantarín de la prima Pilar adornado por su voz de niña –apuntaba Yáñez–. El experimento tiene un cierto acento bergmaniano. Y, luego, en la recta final, ya embrujada por un cierto surrealismo, la película adopta un tono rabioso y operístico que hace pensar en la exaltación que a veces se apodera de las imágenes del italiano Marco Bellocchio, eterno azote de la hipocresía eclesiástica”.