Manu Yáñez

Desde el año 2008, Giulia D’Agnolo Vallan es la programadora de cine norteamericano del Festival de Venecia. Desde este cargo de prestigio, primero a las órdenes de Marco Mueller y luego en el equipo de Alberto Barbera, D’Agnolo Vallan –antigua directora del Festival de Turín– ha sido testimonio de excepción de un periodo de grandes cambios en la industria del cine yanqui, con la aparición de nuevas compañías, de Netflix a A24, que han modificado las pautas del cine de autor. No parece descabellado apuntar que su labor como rastreadora del cine made in USA ha tenido un impacto directo en la creciente reputación y repercusión mediática lograda por el legendario certamen italiano en los últimos años.

Desde su residencia en Nueva York, D’Agnolo Vallan atiende, vía telefónica, a Otros Cines Europa dispuesta a revisar las diferentes caras del cine norteamericano que se verá en la Mostra de 2018; eso sí, con la cautela de quien está a punto de presentar a la cinefilia mundial algunos de los títulos que marcarán la cosecha fílmica de 2018, obras de Damien Chazelle, los hermanos Coen, Julian Schnabel, Errol Morris o S. Craig Zahler, entre otros.

En la edición de este año del Festival de Venecia confluyen un buen número de films con producción norteamericana vinculados al cine de género. Está el acercamiento al western de los hermanos Coen con The Ballad of Buster Scruggs y de Jacques Audiard con The Sister Brothers, la aventura espacial de First Man de Damien Chazelle, o el nuevo thriller de S. Craig Zahler, Dragged Across Concrete. ¿Hay algún vínculo en el tratamiento del género de estos autores?

Lo interesante es la diversidad de propuestas. El Oeste que muestran los hermanos Coen no podría ser más diferente del que presenta Jacques Audiard, y el universo de Zahler es tan singular que su nueva película juega con reglas propias. Chazelle le otorga al cine de aventuras espaciales una dimensión existencial, muy en la línea de sus anteriores trabajos. E incluso fuera del ámbito del cine norteamericano, se verán en Venecia acercamientos muy personales al género, como el de Shinya Tsukamoto al cine de samuráis en Zan (Killing).

En el cine de género que se verá en Venecia, coinciden varios títulos de cineastas europeos con producciones total o parcialmente norteamericanas. Ya he mencionado a Audiard, pero también está Luca Guadagnino con su versión de Suspiria y Yorgos Lanthimos con el film histórico The Favourite.

Es cierto que el cine de género, históricamente, ha servido de puente para el interés de los autores europeos por el imaginario norteamericano. El caso de Luca (Guadagnino) es particular. Su película posee una visceralidad muy próxima a la de Argento, pero en un escenario diferente, con una nueva paleta de colores… Es completamente diferente a la original, y aún así es posible reconocer la huella de la anterior Suspiria. En todo caso, no veo a Luca como un cineasta de género, él ve su propio mundo, es el mundo de Luca. En el caso de Audiard, los códigos del western son mucho más visibles, aunque presentados en una variante poética.

“What You Gonna Do When the World’s On Fire?”, de Roberto Minervini.

El festival ofrece este año la posibilidad de ver obras de diferentes generaciones de documentalistas especialistas en retratar la realidad norteamericana. Ahí están los nuevos trabajos de Errol Morris y Frederic Wiseman, pero también el nuevo film de Roberto Minervini, What You Gonna Do When the World’s On Fire? Pese a haber nacido en Italia, Minervini lleva varias películas centradas en la realidad yanqui.

Roberto (Minervini) ha viajado mucho, pero sí, su foco de atención principal ha sido la realidad norteamericana. Su nueva película me parece muy audaz, un paso más allá en su evolución como cineasta. Podría haber seguido haciendo más películas como sus dos anteriores trabajos (Stop the Pounding Heart y The Other Side), pero con What You Gonna Do… parece haberse tomado un momento de pausa para redefinir e incrementar sus ambiciones.

En la rueda de prensa de presentación de la programación de Venecia, Alberto Barbera comentó que, en American Dharma, Errol Morris ha hallado un dispositivo fascinante para retratar a Steve Bannon, el ex-asesor de Donald Trump.

No puedo contar mucho más de lo que ya dijo Alberto (Barbera), pero sí puedo comentar que, como siempre ocurre con las películas de Morris, el mecanismo que hace funcionar la película es, en sí mismo, una metáfora del tema y el personaje que se está retratando.

Este año Venecia acoge por primera vez en su Competición Oficial a dos “nuevos” talentos del cine norteamericano: Rick Alverson con The Mountain y Brady Corbet con Vox Lux. Ambos parecen interesados en escarbar en la psique norteamericana.

Supone un gran placer poder incluir en la Competición Oficial voces nuevas al lado de figuras más establecidas. Pero claro, estas nuevas voces deben ser poderosas, y no tengo dudas acerca de la fortaleza de la mirada cinematográfica de Rick (Alverson) y Brady (Corbet). Sus películas abordan la realidad contemporánea desde perspectivas diferentes, pero igualmente resonantes: Alverson a partir de la exploración de un evento del pasado y Corbet de forma más directa.

Me pregunto cuánto de difícil, o quizá fácil, es encontrar gemas norteamericanas en un panorama marcado por la emergencia de festivales “locales” como el SXSW, Tribeca, Sundance, Nueva York, o incluso Toronto, un festival más “cercano” a la industria americana.

Es cierto que hay un buen número de festivales emergentes o ya consolidados en Norteamérica, pero creo que Venecia tiene una personalidad más internacional. Nunca es sencillo encontrar films y luego convencer a sus responsables para que vengan a Venecia, pero debo decir que, para nosotros, cada vez resulta más fácil. Nuestra programación ha demostrado ser lo suficientemente abierta y curiosa a la hora de incorporar nuevas voces al panorama fílmico. Brady Corbet estuvo en Venecia hace tres años con The Childhood of a Leader y se llevó dos premios de la sección Orizzonti. Alverson ha estado en Sundance y en Locarno, pero nunca en un festival del calibre de Venecia. Creo que nuestro historial avala nuestra capacidad para apostar con éxito por nuevos valores. Ahí está el caso de The Bad Batch de Ana Lily Amirpour, que no era una película fácil y que se llevó un premio a su paso por Venecia. O también el caso de S. Craig Zahler: nuestra apuesta, el año pasado, por Brawl in Cell Block 99 cambió la percepción que se tenía de su obra. En todo esto también hay que tener en cuenta la generosidad de nuestro público. En 2015, presentamos Heart of a Dog de Laurie Anderson en la Competición Oficial. No se trataba ni siquiera de un documental convencional, sino más bien de un ensayo fílmico… y el público recibió la película con mucho entusiasmo. Con todos estos precedentes, creo que la gente se siente cómoda estrenando sus películas en Venecia.

“First Reformed”, de Paul Schrader.

En los últimos años, ha surgido un conjunto de nuevas compañías que están cambiando el panorama fílmico en Norteamérica y en todo el mundo. Me refiero a Netflix y Amazon, pero también a productoras y distribuidoras como A24 o Annapurna Pictures. Este panorama podría crear más espacio para los proyectos independientes, pero también es evidente que la industria del entretenimiento norteamericano y global está más interesada en las grandes franquicias y las series de éxito. ¿Dónde queda la figura del autor cinematográfico en todo esto?

La verdad es que no sé cuánto tiempo va a durar este periodo en el que los cineastas están gozando de libertad en sus trabajos para Netflix o Amazon, o durante cuánto tiempo conseguirán compañías como A24 o Neon mantener un modelo exitoso. El año pasado, Venecia fue el inicio de una curiosa historia de éxito. Me refiero a la película First Reformed de Paul Schrader. Está claro que Paul Schrader no es una joven promesa, pero como sus anteriores películas habían pasado casi desapercibidas, nadie parecía esperar nada reseñable de First Reformed. Sin embargo, la película fue un gran éxito de crítica y público en Venecia, y A24 la compró para distribución, la estrenó en primavera, consiguió unas críticas magníficas, y logró un gran éxito de taquilla en el ámbito del cine de autor en Estados Unidos. Es excitante ver a Paul (Schrader), que es una leyenda, enfrentar una suerte de redescubrimiento o renacimiento. Y es magnífico que estas nuevas compañías sean capaces de crear nuevos modelos de distribución marcados por el cuidado individualizado de cada una de sus apuestas. Neon tuvo un gran éxito con I, Tonya, y años atrás pasó lo mismo con Spring Breakers de la mano de Annapurna Pictures y A24. La realidad es que una producción independiente no necesita conquistar el mismo mercado que un film de Marvel. Vivimos un momento interesante, excitante.

Me gustaría preguntarle por sus impresiones acerca de la reputación que se ha ganado Venecia como plataforma de lanzamiento para “la carrera por los Oscar”. ¿Tiene la impresión de que esa obsesión de los medios por los Oscar puede llegar a ensombrecer la presencia de películas menos afines a los intereses de la Academia de Hollywood? En este ámbito, no puedo eludir mi responsabilidad como un miembro más de “la prensa internacional” que se desplaza a Venecia.

Además de programadora, soy periodista, y como tal, la obsesión por los Oscar me resulta frustrante. Hoy en día, los medios se pasan meses hablando de los Oscar y parece que no estuviese pasando nada más en el mundo del cine. Es aburrido. Creo que hay que reclamar a los medios que miren más allá, aunque también hay que advertir que las campañas mediáticas de las productoras son intensas y monopolizan la atención.

En cuanto a la labor de programación, pienso que diferentes películas pueden tener diferentes propósitos. No puedo hablar en nombre de los editores de los medios y, desde el festival, no podemos determinar en qué van a consistir las coberturas. Por suerte, las películas tienen múltiples vidas y no todas llevan hacia los Oscar.

Para cerrar la entrevista no quería dejar de preguntar por la única película norteamericana de la Competición Oficial de la que no hemos hablado: At Eternity’s Gate, la aproximación de Julian Schnabel a la figura de Vincent Van Gogh.

Esta película nos acerca a la noción que tiene Julian (Schnabel) del arte pictórico. Tengo la impresión de que es un film muy personal. Julian es un cineasta y un artista muy intuitivo y me parece que At Eternity’s Gate es casi un retrato de ese sentido de la intuición artística. Y Willem Dafoe está extraordinario en la película. Es un film muy emotivo y muy libre.