Carlota Moseguí

Después de Aspen y la deslumbrante Belfast, Mine, el documentalista estadounidense Frederick Wiseman ha dirigido un nuevo film-patchwork sobre las relaciones entre el hombre y el espacio que habita a través de los nexos entre el individuo y su comunidad. Este sobresaliente documental –presentado fuera de competición en el Festival de Venecia– no retrata un ambiente cualquiera. In Jackson Heights explora el vecindario multiétnico de Queens que da título al film, donde se hablan casi doscientas lenguas. Durante tres horas de metraje, el director de National Gallery presenta a los ciudadanos residen en esta Babilonia neoyorquina a partir de anécdotas íntimas, que siempre desembocarán en un encuentro con una comunidad. Por ejemplo, la cámara de Wiseman filma a una mujer narrando cómo su hija sobrevivió quince días en el desierto para cruzar la frontera americana frente a sus interlocutores mexicanos; o a judíos sexagenarios celebrando un acto conmemorativo por la memoria de las víctimas del Holocausto; o a una mujer pidiendo a los transeúntes de una pequeña avenida que recen por el cáncer de su padre con ella.

El hilo conductor de la última película de Wiseman se encuentra en el desasosiego y las penurias sufridas por estos hijos o nietos de inmigrantes; pero también podrían serlo las fantásticas historias de superación que protagonizaron todos ellos para no sucumbir al dolor. En este sentido, In Jackson Heights es un documental optimista y vitalista, pues, aunque los episodios expuestos denuncien incumplimientos de los derechos humanos –generalmente por transfobia, o discriminación racial–, el film nunca muestra a las víctimas sufriendo en soledad. Más bien, les retrata reuniéndose con sus familiares, amigos o instituciones sociales; porque sea cual sea su comunidad, ésta se encarga de protegerles.

"Montanha" de João Salaviza.

“Montanha” de João Salaviza.

Durante la quinta jornada del Festival de Venecia se celebró la premiere mundial de Montanha, la ópera prima de João Salaviza que podrá verse en la sección Zabaltegui del próximo Festival de San Sebastián. El debut del cortometrajista portugués –galardonado en Cannes con Arena y en la antepenúltima edición de la Berlinale con Rafa– es un lúcido e introspectivo retrato del acceso a la madurez de un chico de catorce años que se siente perdido por la inminente muerte de su abuelo. El joven protagonista de este film presentado en la sección de la crítica del certamen italiano no quiere exteriorizar sus sentimientos, y, progresivamente, deja de comunicarse con su madre soltera (Maria João Pinho) y el novio de ésta (Carloto Cotta), quien solía hacerle de figura paterna. Poco a poco, David (David Mourato) se encierra en sí mismo, y canaliza su dolor obsesionándose aún más con la idea de seducir a su chica idealizada. Pero, como en la trama de Louder than Bombs, se trata de un amor imposible, porque para ella David siempre será invisible. Por otro lado, es interesante destacar la forma que emplea el autor novel para retratar la soledad y el duelo del protagonista estilísticamente. A través de los claroscuros, los zooms y los lentos movimientos de cámara, Salaviza elabora unos planos subjetivos de la tristeza e incompresión de David, que recuerdan al magnífico y virtuoso despliegue técnico y estétitco de Bas Devos en Violet.