No hay duda de que la actualidad de su tema (la ola de refugiados que llegan a las costas europeas) fue fundamental no sólo a la hora de programar esta película en el Festival de Berlín, sino también para darle el Oso de Oro. Fuocoammare cuenta dos historias en paralelo, ambas en la isla de Lampedusa, cerca de Sicilia. La que lleva adelante el relato es la de Samuele, un chico que vive allí y a quien se muestra en su vida cotidiana: en familia, yendo al médico, jugando con su amigo, comiendo. Samuele a veces ve a Pietro, el único médico de Lampedusa. Y el médico sí lidia directamente con los refugiados que llegan en terribles condiciones (si es que llegan) hasta Italia. Rosi trabaja individualmente –no tiene ni equipo técnico– y lo que filma muchas veces tiene esa calidad algo casera que puede no ser técnicamente impecable pero que le permite acercarse a la intimidad de los personajes. Por un lado, consigue meterse cada vez más en la vida de este chico cuya vida en apariencia despreocupada de todos modos refleja algunas inquietudes respecto a lo que está pasando. Y, por otro, acercarse cada vez más a lo que sucede con los refugiados, a quienes primero vemos de lejos y oímos por llamados de radio pero luego nos vamos acercando en detalle a sus terribles situaciones y a algunas historias. Diego Lerer

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