Estas últimas semanas la figura de Slavoj Zizek se ha vuelto a hacer presente en los medios de comunicación de una manera inesperada. Poco antes del resultado de las elecciones norteamericanas, el filósofo esloveno aseguró en una entrevista que un triunfo de Donald Trump sería mejor para la democracia que uno por parte de Hillary Clinton: el sistema reventaría así desde dentro. Poco después aseguró que su apoyo al neoyorquino era irónico ya que él no era evidentemente “un idiota”, pero fue más que suficiente para que sus declaraciones se tomaran como las del intelectual dispuesto a todo por la boutade. Algo de eso hay también en Guía de cine para pervertidos, el docu-ensayo que Sophie Fiennes construyó partiendo de las teorías de Zizek y donde éste no tiene reparos en integrarse en imágenes fílmicas luciendo su parte más histriónica. Lo cierto es que pese a esa imagen superficial de psicoanalista pop, Zizek tiene en realidad un discurso inventivo e interesantísimo acerca de la historia sexual de los films. Simbolismos, Lacan, sueños y Freud se dan cita en un recorrido por casi 50 películas clásicas y su supuesto significado a la hora de estructurar nuestra mente en tres fases: el deseo, la fantasía y la ilusión. ER

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