La muestra de cine brasileño dedica este año un foco especial a uno de los más grandes cineastas brasileños, y mundiales, al menos del campo del cine documental: Eduardo Coutinho. Tristemente desaparecido el año pasado, Coutinho fue un conversador nato, un defensor del cine como vínculo hacia el otro, practicante de un documental “mentiroso”, nada objetivo, siempre parcial, e interesado en el conocimiento, el dialogo, la charla y la alegría por encima de todo. Jogo de cena, una de sus películas más célebres, dibuja un retrato socio-político de un país, Brasil, en plena explosión capitalista, involucra actrices profesionales y mujeres anónimas, extraídas de la calle a través de un anuncio en prensa, que relataban ante la cámara las mismas historias, las mismas vidas, los mismos conflictos, planteando un juego de capas, máscaras y performances en la que la identidad de sus protagonistas, y por extensión la de todo el país, se presentaba como un gran juego de fingimientos. Indistinguibles para el espectador, que no sabía si quien hablaba era actriz o personaje real, actrices y mujeres reales evidenciaban, bajo la inteligente mirada de Coutinho, la ficción inherente a cualquier construcción cinematográfica, a cualquier relato sobre el mundo histórico, y planteaba de forma diáfana cuestiones en torno a la identidad, nacional o individual, como un ejercicio de transformismo. GdPA

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