Cuando en 1990 el Registro Nacional de Cine seleccionó Killer of Sheep para ser conservada en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos muchos se preguntaron cuál era aquella película que la Junta Nacional de Conservación de Cine había descrito como “cultural, histórica y estéticamente significante”. Lo cierto es que aunque este primer largometraje de Charles Burnett tuvo una recepción crítica entusiasta en el momento de su estreno (incluso ganando el premio Fipresci en el festival de cine de Berlín), su paso por salas fue prácticamente inexistente debido a un problema de derechos sobre la música utilizada en la película. Treinta años después, en 2007, el problema se solucionó gracias a una serie de donantes (entre los que estaba Steven Soderbergh) y la película se pudo restaurar y estrenar en salas redescubriendo así una de las obras más estimulantes de la década de los 70. Rodada en 16 milímetros en el suburbio de Watts en Los Ángeles con un equipo técnico y artístico amateur, Killer of Sheep ha sido definida como una de las obras americanas que mejor han sabido adoptar el neorrealismo. En palabras de Gonzalo de Lucas, “posiblemente la gran película moderna americana menos conocida”. ER

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