A primera vista, este largometraje reconocido internacionalmente por la crítica y galardonado con el Oscar a la mejor película de habla no inglesa parece un caótico y estilizado tratado sobre las bajas pasiones de los millonarios romanos, logrado a partir de la pomposa y detallada puesta en escena de su vida social. Asimismo, el inolvidable prólogo de La gran belleza nos presenta al sexagenario Jep Gambardella (Toni Servillo) como el mejor maestro de ceremonias de todos los tiempos; pues, su apartamento con vistas al Coliseo se ha convertido en el epicentro de las fiestas de la capital italiana. No obstante, el director de Il Divo convierte ese desfase nocturno en una máscara que esconde una realidad demasiado cruel para ser asimilada. Todos los personajes de esta magnífica cinta presentada en la sección oficial del Festival de Cannes son intelectuales que afrontan su parálisis creativa abandonándose a la superficialidad mundana. La gran belleza propone una compleja reflexión sobre la superficialidad y la desidia. Es una perfecta definición del desencanto. Carlota Moseguí

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