Se ha hablado mucho de la importancia de La puerta del cielo en la historia de Hollywood: su presupuesto y ambición desmesurados, unidos a su taquilla desastrosa, cambiaron de algún modo la forma en que el cine de autor parecía haberse inscrito en la industria. Todo eso es cierto, pero no lo es menos que cuando los estudios sobre cine se acercan a la película suelen fijarse más en ese trivia que en la propia película. Más allá de su significación cultural, estamos ante una de las mayores obras maestras del cine de los setenta, tal vez ante la última gran épica, alejada de targets y de convenciones, profundamente preocupada por desarrollar una historia donde la empatía queda demostrada más por el mimo de la puesta en escena que por los elementos de guión. Podríamos hablar horas de los incontables misterios y colosales aciertos de La puerta del cielo, pero nos limitaremos a comentar uno sólo: la fotografía de Vilmos Zsigmond, uno de los mejores trabajos de profundidad de campo y enmarcamiento de la historia. Un trabajo en real 3D sin necesidad de gafas. La Filmoteca de Catalunya continúa con su homenaje a Cimino en una película que, esta vez sí, está hecha para la gran pantalla. ER

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