Endika Rey

Mejor largometraje: Con o sin subtítulos, mi mejor experiencia cinematográfica de 2023 vino de la mano de Hayao Miyazaki y El chico y la garza. No sé si estamos ante una despedida, pero estoy seguro de que, en cualquier caso, la película funciona sobre todo como una entrada.

Mejor dirección: El trabajo de Alice Rohrwacher en La chimera me trajo a la mente algo muy sencillo de teorizar y muy difícil de conseguir: que una gran cineasta no tiene únicamente que encontrar el punto exacto a un nivel de narrativa, tono o puesta en escena sino también respecto a la sensibilidad con que encara su material.

Mejor encuadre: Sammy asistiendo a la desintegración de su familia en Los Fabelmans (Steven Spielberg) mientras se imagina a sí mismo rodando el momento exacto en que eso sucede. La cámara como frontera y umbral, como reflejo y realidad, como terapia y confesión.

Mejor reencuadre: El modo en que en Inside the Yellow Cocoon Shell (Pham Thien An) se utilizan ligeros movimientos de zoom, cambios de enfoque o paneos para, poco a poco, reencuadrar situaciones y hacerlas mutar en otras distintas. La película tiene algunos de los usos de cámara más estimulantes y fluidos del cine de este año.

Mejor secuencia: En Fallen Leaves (Aki Kaurismäki) una trabajadora es despedida de un supermercado por llevarse a casa un producto caducado y, en el instante en que le comunican la decisión, sus compañeras de trabajo deciden marcharse con ella. No hay épica ni sentimentalismo en el cómo está rodado, pero sí que hay mucha dignidad: es lo que toca. Qué afortunados somos nosotros también de que este año nos haya tocado un nuevo Kaurismäki.

Mejor plano secuencia (con cámara en mano): Hay quien dice que los mejores planos secuencia son aquellos que pasan desapercibidos. Tótem (Lila Avilés) hace gala precisamente de eso: de errar junto a sus personajes sin romper el movimiento, acompañándolos en el tiempo, sin llamar nunca la atención sobre sí misma. En este sentido, una secuencia destaca sobre el resto: un feliz pero doloroso encuentro entre un padre, una madre y una hija en el que, aunque aparentemente no pasa nada, está pasando todo. El dolor contado a través de una cámara táctil, sin cortes, y el registro de un tiempo que se escapa entre los dedos.  

Mejor plano secuencia (con grúa): La precisión de la coreografía de movimientos entre una cámara, un auditorio y Cate Blanchett en la secuencia de la clase magistral en Juilliard de TÁR (Todd Field) me parece directamente un milagro.

Mejor plano general: Sin ser necesariamente una de mis películas favoritas del año, reconozco que el modo en que los paisajes se integran en la relación y descripción de los dos amigos protagonistas de Las ocho montañas me emocionaron sobremanera. Verla fue como irme de viaje a un sitio al que me apetecía mucho ir sin saberlo. Lo micro desde lo macro.

Mejor primer plano: Penélope Cruz visitando la tumba de su hijo y acercándonos a mil vidas pasadas a través de su mirada en Ferrari (Michael Mann).

Mejor plano detalle: Tengo la impresión de que la recepción de A fuego lento. La Passion de Dodin Bouffant (Tran Anh Hung) ha sido mucho más fría de lo que seguramente tocaba debido a razones extra cinematográficas de la temporada de premios. Estamos ante una película excelente que no tiene miedo a convertirse en un cine culinario casi abstracto donde prima lo sensorial por encima de lo narrativo. En este sentido, la primera media hora de la cinta apuesta por cientos de planos detalle de alimentos, manos, gestos y utensilios, y nos hace conocer el drama y a sus personajes a través de los mismos. Todo es bello, pero más allá de eso, creo que hay toda una preciosa apuesta por lo artesanal en sus mecanismos de puesta en escena.

Mejor plano encadenado: Chicho, uno de los personajes de Trenque Lauquen (Laura Citarella), escucha en un estudio de radio una cinta donde Laura se registró contando una historia. En un momento, casi de pasada, la mujer asegura que “un día me enamoré”, y entonces el montaje encadena con la imagen de Laura que, en ese mismo estudio pero semanas antes, está grabando la cinta. Ambos sonríen y esa unión de tiempos a partir de ese secreto compartido me parece de los detalles más bonitos del cine del año.

Mejor plano contraplano: Los primeros cinco minutos de Llaman a la puerta (M. Night Shyamalan) parecen un manual sobre cómo utilizar el lenguaje audiovisual en cine. A priori, se trata tan sólo de una conversación entre un hombre y una niña. En la práctica, asistimos a un festival de planos contrapicados y picados que poco a poco se convierten en planos de altura paralela y acaban transformándose en aberrantes. El uso del primer plano y del plano medio, así como del espacio entre sus protagonistas resulta igualmente determinante según la secuencia inspire confianza o tensión. Es increíble que hasta en una película menor en su filmografía, los resortes de Shyamalan como director nunca se sitúen por debajo de lo excepcional.

Mejor plano fijo: El primer capítulo de MMXX (Cristi Puiu), donde una terapeuta realiza un cuestionario a una posible paciente en plano fijo, es tan incómodo y terrorífico como ácido e hilarante. No comparto la cosmovisión de Puiu, excesivamente misántropa para mi gusto, pero en esos primeros minutos resulta una película tremendamente iluminadora (que no luminosa).

Mejor plano de 360 grados: Resulta difícil intentar explicar con palabras la propuesta de El auge del humano 3 (Eduardo Williams). Se puede decir que la película estira la realidad a través de registrarla con una cámara panorámica de 360º pero que, a diferencia de su uso original, vinculado normalmente a la realidad virtual, lo hace en dos dimensiones. El resultado es una imagen continuamente rota y yuxtapuesta, sin un derecha o izquierda, donde los límites explotan en una experiencia que es al mismo tiempo inmersiva y ajena. No es el único mérito de la cinta, pero desde luego es aquel que más reverbera: hacía mucho tiempo que no sentía tan claramente estar viendo algo “nuevo”.

Mejor desenfoque: ¿Cómo hablar de Aggro Dr1ft (Harmony Korine) en términos cinematográficos cuando, quien esto escribe, apenas tiene claro que realmente estemos ante una película? Rodada enteramente con cámaras de infrarrojos, hay instantes en que Korine se permite también jugar al enfoque y al desenfoque. Por ejemplo: el rostro térmico, apenas vislumbrado, del personaje interpretado por Jordi Mollà, de repente desaparece del perfil de su cabeza. Pasamos de atisbar su barba (uno de los pocos rasgos que definen al personaje) a ver el vacío en una mancha de color. Es en esos instantes en los que la abstracción más se apropia de la obra: no necesitamos ver para identificar, pero es que ni siquiera necesitamos intuir para entender. Sigo sin tener claro si Aggro Dr1ft es cine u otra cosa, pero sí que sé que la experiencia en la sala resultó algo inolvidable.

Mejor fuera de campo: El del cuerpo (y la relación) que cae en Anatomía de una caída (Justine Triet), una película con un guion absolutamente preciso, de ritmo perfecto, con mil capas en trama y personajes, una revisión del género inteligentísima y una dosificación maestra de la información.

Mejor elipsis: Uno de los primeros planos de Maestro (Bradley Cooper), muestra a un joven Leonard Bernstein en la esquina derecha de un encuadre en penumbras. Todo el plano es en blanco y negro, y, aunque apenas se ve nada, un reguero de luz remarca un rectángulo gigantesco en la profundidad de campo. ¿Se trata de un escenario tapado todavía por el telón? ¿Está Bernstein en uno de esos recintos que harían de él uno de los compositores y directores de orquesta más importantes del siglo XX? Hay algo que no encaja, tal vez la propia postura del compositor, como si estuviese sentado en el vacío, en una perspectiva que hace difícil comprender el espacio. Suena el teléfono y Bernstein descubre en la llamada que el director de orquesta asignado para el concierto de esa noche en el Carnegie Hall no podrá asistir y él es la primera opción como sustituto oficial. La alegría y la excitación hacen que abra las cortinas y sólo entonces descubrimos que, lo que parecía un escenario, era en realidad la gigantesca ventana de una habitación, situada justo encima de una cama. Lo que parecía lejos estaba en realidad cerca, y observamos también cómo en el lecho aparece un hombre desnudo, al que inmediatamente Bernstein, extremadamente feliz por la noticia, da un cachete cariñoso en el trasero. El protagonista sale corriendo del cuarto y el movimiento de cámara nos lleva, siguiéndolo sin cortes en una elipsis espacial y temporal, hasta el escenario donde Bernstein debutará y que marcará un antes y un después en la historia de la música clásica estadounidense. El plano acaba poniendo el atril y la partitura del concierto en el centro de la imagen. De este modo, la película muestra su gran apuesta desde el comienzo: asistiremos, en primer lugar, a la vida íntima del compositor, y sólo después a su obra artística. Pero esa obra siempre está presente al fondo del plano o en el fuera de campo, marcando la vida del director de orquesta. La “inner life” y la “outer life” de las que habla el personaje de Bernstein en otro instante de la película ya se remarcan desde la puesta en escena.

Mejor set piece: Todas las secuencias de acción de Mission: Impossible – Sentencia Mortal. Parte 1 (Christopher McQuarrie) introducen algún elemento narrativo que las hace innovadoras: puede ser una persecución con unas esposas y una conductora que apenas sabe conducir, o un tren dado la vuelta en el aire que deja el mundo patas arriba o una inteligencia artificial que modifica y controla todo lo que vemos en vivo y en directo. Lo importante es resultar divertido e inesperado. Tras una ligera decepción con Fallout, creo que McQuarrie y Cruise nos han regalado la mejor entrega de la saga desde de Palma.

Mejor documental: Notre Corps (Claire Simon) y La belleza y el dolor (Laura Poitras) son dos panorámicas impactantes y conmovedoras (una por una clínica ginecológica de París, la otra por la vida y activismo de la artista Nan Goldin) que atraviesan diferentes cuerpos y sus significados desde lo personal, lo social y lo político. Dos de las películas más importantes del año.

Mejor película trans: Hay un instante en Anhell69 (Theo Montoya) en que se asegura que nos encontramos ante una película “trans” y, efectivamente, estamos ante un ¿documental? que se interroga acerca de su propia identidad, que se convierte en una película de ciencia ficción (sobre la espectrofilia, nada menos), y que lo hace a través del cuestionamiento de las etiquetas con las que tendemos a definir, sin pensar, tanto la realidad como el cine.

Mejor auto ficción: En Cerrar los ojos (Víctor Erice) el cine se trata como bisagra del tiempo, como aquello que ata la memoria pero que también la hace volar. Estamos ante una obra clásica pero a contracorriente, autorreferencial pero total, fantasmagórica pero terrenal, conceptual pero emocional… Una película que no tiene miedo a quedar fuera de su tiempo e incluso a equivocarse, como si la leyenda Erice se descubriese haciendo de la fragilidad un arma.

Mejor meta ficción: En Los osos no existen (Jafar Panahi) se combina el rodaje de una película en Turquía con aquello que sucede en un pequeño pueblo iraní al otro lado del ordenador. El retrato que Panahi hace del país y de su situación no es nuevo, pero creo que con esta película las piezas encajan mejor que nunca en su filmografía, tanto respecto al dispositivo como sobre su realidad.

Mejor rotura de la cuarta pared: En realidad la aparición de Margot Robbie en Asteroid City (Wes Anderson) no supone exactamente la ruptura de la cuarta pared sino casi la incorporación de una nueva en la película. En cualquier caso, su aparición nos recuerda los mecanismos de representación del cine y de la vida y nos regala una de las secuencias más hermosas de todo el cine de Anderson.

Mejor debate: La interminable discusión sobre cine y moral de El sol del futuro (Nanni Moretti).

Mejor concepto: Si bien no soy el mayor valedor de Past Lives (Celine Song), me gusta mucho el concepto de la película y cómo éste se materializa de una manera muy bonita en ese “in-yun” que, además, está estupendamente desarrollado y resuelto en la cinta.

Mejor guion adaptado: La Bête (Bertrand Bonello) cuenta una historia de amor pero lo hace a partir de los miedos internos y sus reflejos en el otro. Habla de la parálisis ante el peso pasado, la duda presente y la posibilidad futura. Al igual que el relato de Henry James en que se basa, reflexiona acerca de vivir permanentemente a la espera y pertenece a esa categoría de obras que abren cuerpo y mente a sentimientos y pensamientos a los que nunca habías puesto nombre. Se le ponen palabras a algo que no sabías que existía pero que entiendes al segundo. En ese sentido el trabajo de Bonello, Guillaume Bréaud y Benjamin Charbit respetando, ampliando y traicionando la novela original, me parece un prodigio.

Mejor guion original (y mejor línea de diálogo): Si bien Secretos de un escándalo. May December (Todd Haynes) destaca principalmente por el dominio del tono a manos de su director, creo que no se está valorando lo suficiente el preciso guion de Samy Burch para la película. Parece mentira que éste sea el primer largometraje que escribe y que ella provenga de trabajar en decenas de películas, pero en el departamento de casting. En realidad tiene sentido: no sólo es que el libreto tenga una estructura y unas capas de significado impolutas, sino que todas las líneas de diálogo resultan un regalo para su increíble casting. Por supuesto la mejor línea de diálogo del año no puede ser otra: “I don’t think we have enough hot dogs.”

Mejor voz: El instante de 20.000 especies de abejas (Estibaliz Urresola Solaguren) en que Lucía se tranquiliza con la tía Lourdes y comienza casi sin darse cuenta a hablar en femenino. Creo que es uno de los detalles más sutiles y contundentes del cine de 2023.

Mejor voz en off: Aunque Sobre todo de noche (Víctor Iriarte) utilice el género epistolar, las voces que van conformando la película son mucho más que eso: las cartas leídas se convierten enseguida en otras jugadas, y la voz de las narradoras (y la de su director) nos acerca al cine como a un juego infantil porque no hay actividad más seria que esa que acometíamos cuando todavía éramos niños. Si la escritura es la pintura de la voz, Sobre todo de noche es su mapa.

Mejor flashback: La idea de Extraña forma de vida (Pedro Almodóvar) de entrar en un flashback a partir del recuerdo de uno de los dos protagonistas y salir del mismo a partir del otro me parece preciosa. Por no hablar del recuerdo como tal y del vino que los une.

Mejor prólogo: El mantra del asesino en los primeros minutos de The Killer (David Fincher). Resulta imposible no pararse a pensar en la identificación de Fincher con este protagonista obsesivo, capaz de repetir cien veces un mismo proceso hasta dar con el instante perfecto en el que disparar… para acabar fallando. “This is what it takes if you want to succeed”.

Mejor midpoint: La secuencia que divide Talk to Me (Danny & Michael Philippou) en dos me resultó la más terrorífica del cine del último lustro. Creo que tendría que irme a ese otro midpoint en forma de poste que tenía lugar en Hereditarypara encontrar algo semejante.

Mejor epílogo: El director como maestro de ceremonias de un programa radiofónico que cuenta una historia sin contarla en Los asesinos de la luna (Martin Scorsese).

Mejor gag (y chiste final): La práctica (Martín Rejtman) tiene un sentido del humor complejo, original e inteligente (sea lo que sea eso), pero la película sabe también que, a veces, para hacer reír, no hay nada mejor que darse un buen golpe.

Mejor título: Me gusta mucho ese Stars at Noon (Claire Denis) que nos lleva a una imagen imposible como la del día y la noche compitiendo por brillar. Se trata de una película extraña en la filmografía de Denis pero mucho más interesante de lo que se comentó tras su paso en Cannes precisamente por ese escenario indeterminado, a medio camino entre muchos lugares, y esa aparente ausencia de rumbo o nacionalidad.

Mejores títulos de crédito: Nunca había visto algo como lo que sucede al final de La Bête (Bertrand Bonello): tras un último plano de impacto y un corte a negro, en la pantalla apareció un código QR que te permitía ver todos los créditos de la película en tu móvil. Desconozco si esa idea se mantendrá en su estreno o si fue un parche propio de las prisas por estrenar en el Festival de Venecia, pero me pareció una idea absolutamente genial acorde con el escenario futurista de la cinta.

Mejor actriz: Emma Stone en Pobres criaturas (Yorgos Lanthimos). No se me ocurren muchas otras actrices que pudiesen salir airosas de semejante reto: su Bella Baxter tiene el cuerpo de una adulta pero la mente de una niña, y esa es la excusa que tanto ella como Lanthimos utilizan para aportar una visión del mundo como un lugar fantástico, fresco, nuevo, donde cada descubrimiento va acompañado de reacciones genuinas que pueden ir de la pataleta a la excitación. El trabajo de Stone es un salto al vacío sin miedo, valiente y comprometido. Ella es una de las autoras del año.

Mejor actor: Pepe Lorente en La estrella azul (Javier Macipe). Si la película se convirtió en una de las grandes sorpresas de la temporada festivalera fue en gran parte por el trabajo del actor zaragozano. Tan repleto de talentos como de matices, creo que estamos ante una de las actuaciones masculinas más inconmensurables de los últimos años en nuestro país.

Mejor secundaria: Noémie Merlant en El inocente (Louis Garrel). Todas sus secuencias en la estupenda comedia de Garrel muestran un equilibrio imposible entre la ternura y la diversión, pero fue en la secuencia de la cafetería donde confirmé que su trabajo estaba entre los mejores del año.

Mejor secundario: Paul Mescal en Desconocidos. All of Us Strangers (Andrew Haigh). La capacidad del actor irlandés para sugerir el dolor y la tristeza al mismo tiempo que intenta ocultarlos me parece una de las grandes bazas de la maravillosa película de Haigh.

Mejor decisión de casting: Todo el reparto de Un héroe anónimo (Alain Guiraudie), una película donde casi todos los personajes están interpretados por un actor o actriz que, a priori, nunca imaginarías para su papel. Parte del absurdo y de la honestidad de la estupenda ¿comedia? de Guiraudie proviene de ese casting perfecto.

Mejor diseño de personaje (y mejor villano): La Mancha de Spider-man: Cruzando el multiverso (Joaquim Dos Santos, Justin K. Thompson & Kemp Powers), la película más epiléptica, desbordante e inabarcable de 2023.

Mejor objeto amoroso: En un año escaso en romcoms, Fingernails (Christos Nikou) entiende perfectamente que no puede existir una sin su correspondiente interés romántico. En ese sentido, creo que Riz Ahmed entiende perfectamente su misión: desconozco si improvisó sus chistes malos y reacciones, pero hacía tiempo que no veía un objeto amoroso tan natural y bien definido por el acting.

Mejor objeto de odio: Los protagonistas de Afire. El cielo rojo (Christian Petzold) y Showing up (Kelly Reichardt), dos personajes insoportables y equivocados en la vida pero de los que no puedes ni quieres apartar nunca la mirada. 

Mejor secuencia de Eros: Como en Don´t look now, la secuencia de sexo de Passages (Ira Sachs) entre Franz Rogowski y Ben Whishaw (por otro lado, dos de las mejores interpretaciones del año) entra de lleno en esa categoría de escenas tan íntimas que a uno le resulta imposible pensar que haya habido ningún tipo de ficción. Print the legend.

Mejor secuencia de Tánatos: Aunque el guion de Saltburn (Emerald Fennell) no tiene ni pies ni cabeza, el trabajo de dirección sí que busca y encuentra algunas viñetas sugerentes. El todo no acaba de funcionar, pero lo concreto sí que encuentra formas estimulantes a la hora de retratar lo perverso. En ese sentido, una de las secuencias más interesantes es aquella en que uno de los personajes decide mantener relaciones sexuales con la tierra bajo la que se esconde una tumba. Es en esos instantes donde la película mejor parece saber hacia donde quiere ir. Ahí y en la decisión de rendirse ante la fotogenia de Jacob Elordi (mejor exportación vasca del año) rodándolo a medio camino entre las estrellas de la modernidad y una fancam.

Mejor elemento de attrezo: La religión del mercado a través de la imagen luminosa de la Virgen del Carmen convertida en un anuncio publicitario en La imatge permanent (Laura Ferrés).

Mejor dirección artística: Reconozco que enterarme de que Desconocidos. All of Us Strangers (Andrew Haigh) está rodada en la casa real de infancia de Haigh me rompió el corazón todavía un poquito más después de ver la película.

Mejores efectos especiales: Aunque Oppenheimer (Christopher Nolan) supuso una pequeña decepción para mí, que soy Nolanista sin ningún tipo de vergüenza, considero que el uso de los efectos especiales a lo largo de la película no sólo contribuye a describir detalladamente el estado interno de su protagonista, sino que esquiva una tentación monumental. Una de las mejores ideas del cine del año se encuentra en la decisión de Nolan de no recrear la explosión de la bomba atómica, sino su ensayo.

Mejores efectos de maquillaje: Los mutantes de El reino animal (Thomas Cailley), una película que hizo mucho menos ruido de lo deseable en las carteleras españolas y que comete la audacia de ser un cine fantástico sin buenos ni malos ni respuestas sencillas a preguntas complejas.

Mejor banda sonora: El irreprochable trabajo de Mica Levi para The Zone of Interest (Jonathan Glazer), una película sin duda poderosa pero que me genera sentimientos encontrados en otros departamentos.

Mejor sonido: El interludio de Samsara (Lois Patiño), donde la pantalla en negro, las luces estroboscópicas y, sobre todo, el trabajo de sonido de Xabier Erkizia te sumergen en el tránsito entre la vida, la muerte y la vida de nuevo.

Mejor momento musical (en película no musical): La secuencia del Adagio del concierto en re menor de Marcello (Bach en piano) de The Fabelmans (Steven Spielberg) me parece una de las más conceptualmente preciosas y devastadoras que haya rodado Spielberg en toda su carrera.

Mejor momento musical (en película musical): “I’m Just Ken” en Barbie (Greta Gerwig), una película radiante que me gana especialmente durante sus números musicales porque son los instantes donde más se olvida de ser un lavado de cara capitalista.

Mejor baile: En los mejores instantes de El Conde (Pablo Larraín), los tintes fantásticos devoran la comedia y Larraín se entrega al género. En ese sentido, el baile-vuelo de la monja recién convertida en vampiro es seguramente el cénit de toda la cinta: un momento de hermosura extrema en una película que apuesta en general por la fealdad.

Mejor power point: La idea de darle una película entera al fuera de campo de Lina Lamont me parece preciosa, pero si por algo recordaré siempre Babylon (Damien Chazelle) es por la sinvergüencería y desfachatez del montaje homenaje al cine del clímax de la película. Alguien capaz de mezclar Persona con Avatar tiene todos mis respetos.

Mejor GPS: Perfect Days (Wim Wenders) es una peli-actor donde el cuerpo y rostro de Kōji Yakusho determina todos los encuadres, pero también se trata en parte de una peli-cartográfica porque Wenders se lo pasa en grande viajando por un Tokio insólito. 

Mejor cuenta de youtube: Si bien el personaje que se crea en redes la protagonista de Do Not Expect Too Much from the End of the World (Radu Jude) es espeluznante, lo que Jude hace con el mismo a lo largo de su película es deslumbrante. Parece en todo momento que la cuerda se va a romper y, sin embargo, ésta es ante todo una película sobre la resistencia.

Mejor cuenta de instagram: En Rotting in the Sun (Sebastián Silva), instagram no es tan sólo una red de la figuración, sino una donde está teniendo lugar toda una nueva lucha de clases como reflejo deformado (pero fehaciente) de la realidad. Silva ya había demostrado ser capaz de reírse de sí mismo en algunas de sus películas anteriores, pero la brutalidad con la que se golpea aquí tanto a él como a su entorno me pareció uno de los ejercicios más fascinantemente violentos y feístas del año.

Mejor tiktok: Make a vodka sauce pasta with me because I´m grounded because I tried to charter a helicopter from New York to Maryland on my dad´s credit card because I wanted to have dinner with my camp friend (Romy Croquet Mars)

Mejor videojuego: En Hardly Working (Total Refusal, Susanna Flock, Robin Klengel, Leonhard Müllner & Michael Stumpf) se pone el foco en los personajes no-jugables del “Red Dead Redemption 2” y, lo que comienza siendo una curiosidad, acaba resultando un retrato triste y lacerante sobre todos aquellos que situamos en los márgenes.

Mejor deepfake: Fairytale (Aleksandr Sokurov) me regaló imágenes que nunca antes ninguna otra película me había dado. En concreto una recreación de Stalin, Hitler, Mussolini y Churchill charlando en el purgatorio delante de las puertas del cielo y del infierno. El material del que están hechas las pesadillas.

Mejor mediometraje: Mamántula (Ion de Sosa) e Inmotep (Julián Génisson) son dos de las películas más chifladas que me he encontrado en 2023. Ya sea a través de arañas que realizan felaciones o de personas que se convierten poco a poco en imágenes de stock, ambas retratan el absurdo sin caer nunca en el guiño o el codazo porque el mundo alucinado puede ser divertido, pero no por ello deja de ser un tema muy serio.

Mejor cortometraje: Aqueronte (Manuel Muñoz Rivas), que bien podría haberse titulado El mar nos mira de lejos, es una pequeña pieza tanto sobre la niebla y el océano como sobre la orilla donde el espacio y el tiempo desaparecen a lo largo de sus 25 minutos. Es también la confirmación de que Mauro Herce es una de las figuras más importantes del cine español actual.

Mejor reestreno: Historia de un vecindario (Yasujirō Ozu) y su reconstrucción de las ruinas en comunidad. Porque la virtud no vive en soledad: debe tener vecinos. Todo un lavado de retinas.

Mejor rescate: El realismo socialista (Raúl Ruiz y Valeria Sarmiento) ofrece una “ilusión de continuidad” que nos lleva a la lucha obrera (y a sus debates) en el Chile de 1973 y lo hace a través del ayer en imágenes y el hoy en montaje. Benditos sean los restauradores, arqueólogos y pensadores de archivos fílmicos.

Mejor peor película: No me gusta destacar películas fallidas ni señalar con el dedo, pero realmente no puedo hacer un repaso a los instantes más importantes de mi cine del año sin mencionar la experiencia de descubrir The Palace (Roman Polanski) en el Festival de Venecia. 2023 también pasa por aquel pase realmente inolvidable e increíble, si bien no por las razones esperadas.

Película en la que quedarse a vivir: Las tres horas de Los delincuentes (Rodrigo Moreno) son maravillosas, pero viviría especialmente en su segunda parte, esa defensa de lo bucólico, el amor, la vagancia, el sueño y lo inesperado.

Película que más alegrías personales me ha dado en 2023: La sociedad de la nieve (Juan Antonio Bayona).