Esta semana pasada, se podía ver en Sitges lo nuevo de Gaspar noé, Climax. Su cine es casi siempre un libro abierto. Uno ve de manera diáfana cuáles son las intenciones del director argentino detrás de cada plano, y aunque esta característica pueda ser (justamente) valorada como una tendencia al subrayado o una destrucción del misterio inherente a las cuestiones relacionadas con la puesta en escena, lo cierto es que en Noé otro rasgo destaca por encima de aquellos: su aproximación casi infantil al cine, como si creyese estar descubriendo y manipulando una serie de engranajes por primera vez en la historia y necesitara (de)mostrárselos al público. Love es naif incluso en su acercamiento al tema como tal. Ya desde su cartel promocional se asegura que estamos ante una película pornográfica sobre el amor pero no solo es eso. Lo mejor del film es que, casi sin pretenderlo, sus personajes acaban por darle la vuelta a uno de los rasgos históricamente más nocivos de la pornografía: al incorporar la dimensión sentimental, el amor entre un hombre y una mujer ya no queda reducido a relaciones de dominio. La película de Gaspar Noé acaba por ser un film triste y melancólico y es finalmente en ese tono inesperado donde sobreviven la mayor parte de sus hallazgos. Endika Rey

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