Carlota Moseguí
Tras ocho jornadas agridulces, en las que combinamos los visionados de algunos de los films más prodigiosos de 2015 con otros demasiado convencionales, llegó el momento de conocer el palmarés de Festival de Gijón, que coronó como mejor película a la favorita por unanimidad de la crítica: Right Now Wrong Then del coreano Hong Sang-soo. Reconocida con el Leopardo de Oro en el pasado Festival de Locarno, la nueva tragicomedia de Hong también conquistó, con toda justicia, al jurado de Gijón, formado por Assumpta Serna, Klaus Eder, Álvaro Brechner, Giona Nazzaro, Luis Miñarro, Tom Davia y Vanessa Montfort.
Este año la sección oficial del Festival de Gijón ha resultado ser un tanto irregular, algo que no debemos achacar a la mezcla de grandes obras con películas deficientes. En la competición, hemos encontrado films excelentes acompañados de otros muy correctos, pero poco destacables u originales, que han marcado la tendencia del certamen. En esta categoría, situamos por ejemplo la revenge movie belga The Ardennes. La ópera prima de Robin Pront es un thriller sobre la reinserción de un preso que, pese a dominar el suspense mediante un in crescendo dramático, cae de lleno en los tópicos del drama sobre ex-carcelarios. Algo parecido le sucede a Umrika, de Prashant Nair: otra comedia india con tintes neorrealistas, idéntica a Thithi (Mejor Ópera Prima y Pardo d’Oro en la sección Cineasti del Presente de la pasada edición de Locarno). Y, en el caso más extremo, daríamos con The Diary of a Teenage Girl de la estadounidense Marielle Heller, un buen debut pero, al fin y al cabo, otro azucarado producto made-in-Sundance sobre el despertar sexual de una adolescente precoz.
Sin embargo, no debemos olvidar que junto a estos films menos relevantes competían casi una decena de títulos brillantes. Además del film de Hong Sang-soo, las películas de Arturo Ripstein (ganador del premio al Mejor Director) y Sebastián Silva consiguieron elevar el nivel de la competición. Una lista en la que habría que sumar Neon Bull, la exquisita docuficción del brasileño Gabriel Mascaró, o Aferim! de Radu Jude, western rumano sobre la esclavización de los gitanos dos siglos atrás. Por último, destacó Black, film co-dirigido por los belgas Adil El Arbi y Bilall Fallah que propone una suerte de Romeo y Julieta ambientado en las calles de un barrio marginal de Bruselas. El amor prohibido entre una chica afroamericana y un marroquí, de dos bandas criminales distintas, desata un espiral de violencia, que aguarda un desenlace más aterrador que la tragedia de Shakespeare.
Al margen de la sección oficial, el Festival de Gijón dedica dos apartados no-competitivos al público más cinéfilo. Rellumes y Llendes son las secciones paralelas donde converge el mejor cine de autor de la temporada. Si bien en Rellumes encontramos las dos grandes películas de Venecia, Underground Frangrance y Un monstruo de mil cabezas; Llendes está destinada a los amantes de la experimentación. Fue en dicha sección donde dimos con los mayores descubrimientos del festival: Impressions of a Drowned Man, del chipriota Kyros Papavassiliou, y Maestà, la passion du Christ, del francés Andy Guérif. La primera –que causó furor en Gijón, como sucedió en Rotterdam durante su premiere mundial– combina las anecdóticas desventuras de un hombre condenado a suicidarse y resucitar hasta el fin de sus días con la lectura de los poemas de Kostas Karyotakis, un conocido poeta griego que fallaba en todos sus intentos para acabar con su vida. Por otra parte, la ópera prima de Guérif –que probablemente se sitúe entre los debuts más impactantes de este año– propone una heterodoxa puesta en escena del políptico “Maestà” de Duccio. Renunciando a relatar la Pasión de Cristo según el artista de Siena, Guérif copia el retablo figura por figura, árbol por árbol, y piedra por piedra; dando vida a todos ellos. Un ejercicio sobrehumano que conmocionará a los amantes del arte de la Escuela Sienesa.