Víctor Esquirol (Festival de Berlín)

Las herederas, debut en el largometraje del paraguayo Marcelo Martinessi, presentada en la Sección Oficial de la Berlinale, hace del confinamiento su hábitat natural. La película empieza en la claustrofobia de un cuadro estrechado desde sus límites laterales. La cámara acecha, desde una habitación contigua, el tardío despertar de la protagonista. Una mujer que en realidad es una especie de gato doméstico, obligado a ejecutar un truco para el que nunca le prepararon: estrecharse el cinturón. El palacete donde vive es prácticamente una extensión de su cuerpo. La unión entre lo orgánico y lo material es, se podría decir, vital.

El único mérito del personaje central es el de haber heredado un apellido de buena familia. Todo le fue dado por derecho de nacimiento. Nada tuvo que ganarse luchando. La sangre azul de sus antepasados se ha secado en sus venas, y claro, ella se ha marchitado. El patrimonio al que se aferra esa vieja rica es el mismo que quieren comprar, como sea, las nuevas fortunas. Martinelli nos encierra en un ambiente de decadencia “viscontiana”, aderezado con una violencia omnipresente, no concretada, pero latente en cada gesto, en cada decisión, fruto de las angustias de la falsa honra, de no querer bajarse del tren (de vida).

Los cuadros cerrados y los puntos de vista limitados comprimen aún más el espacio de una acción que transcurre, principalmente, en diversas jaulas. Algunas doradas, otras figuradas, todas al borde del derrumbe. Cada una testigo de un mundo que usa el deseo para huir, que ve la muerte con pánico, y que por ello agoniza aferrándose a una vida que en realidad es un malvivir material, orgánico y, por supuesto, espiritual. Martinelli funde estas tres esferas primero a través del inspirado trabajo interpretativo de su protagonista, Ana Brun, y después gracias a un sólido ejercicio de contención formal y discursiva. Por compromiso con el retrato veraz, y para huir de tentaciones de morbos decrépitos. Difícil encontrarle grietas a la propuesta; casi imposible pedirle más.