Página web del Festival de Sitges (7-16 de octubre).

DAVID LYNCH: THE ART LIFE. Jon Nguyen, Rick Barnes, Olivia Neergaard-Holm. 90 minutos. Estados Unidos, Dinamarca. Con David Lynch. Sección Seven Chances

Dirigido a seis manos por los debutantes Jon Nguyen, Rick Barnes y Olivia Neergaard-Holm, se trata de un trabajo que tiene a David Lynch no sólo como protagonista (obvio) sino también como único narrador. Y eso es una excelente noticia, ya que el director de Bue Velvet (Terciopelo azul) es un excelente contador de anécdotas, dueño de una memoria prodigiosa capaz de recordar incluso detalles insólitos de su primera infancia. La película se desarrolla principalmente en el taller personal de Lynch en Los Angeles, donde lo veremos dibujar, pintar y esculpir sus obras. Pero no todo tiene que ver con lo intelectual. En un momento, mientras trabaja al aire libre, vemos junto a él a su pequeña hija Lula Bogina creando también su propio lienzo. Casi no hay contacto entre ambos, pero es una escena de una ternura que desarma.

Mientras los directores lo filman en la cotidianeidad laboral, en off escuchamos al realizador de Corazón salvaje recordando y reconstruyendo su vida: su familia católica, el terror de su padre antes sus creaciones artísticas (“nunca tengas hijos”, le decía), su odio hacia todo tipo de escolarización, su vida bohemia, su amistad con el diseñador Jack Fisk, su pasión por el cómic, la música y lo fantástico. Muchos lectores se sentirán decepcionados al saber que Lynch habla aquí poco y nada de su filmografía. De hecho, la película, rodada durante tres años, llega hasta sus primeros trabajos amateurs, sus coqueteos con la animación y el surrealismo, y su debut con Eraserhead (Cabeza borradora). Sin embargo, en la forma en que el artista abre su hogar y su corazón queda expuesto todo el (oscuro) universo personal que luego desarrollaría en cada uno de sus largometrajes. Muchísimo se ha analizado la obra del creador de Mulholland Drive, pero pocas veces hemos podido acceder a sus vivencias personales con el grado de cercanía e intimidad que se percibe en este delicado documental, que contó, además, con el archivo personal del ya septuagenario director de culto: home-movies, fotos familiares y películas amateurs de su época juvenil. En definitiva, se trata de un encuentro fascinante con un artista excepcional y, hasta ahora, decididamente misterioso. Diego Batlle

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O ORNITÓLGO. João Pedro Rodrigues. 117 minutos. Portugal, Francia, Brasil (2016). Con Paul Hamy, Xelo Cagiao, João Pedro Rodrigues. Sección Seven Chances

Sensual, grotesco y políticamente incorrecto, el cine del portugués João Pedro Rodrigues transcurre en el reino de lo indebido: allí donde las peores pesadillas y las fantasías prohibidas devienen reales, desenmascarando el brillo y la miseria de la condición humana. Sus films suelen estar protagonizados por outsiders abocados a una suerte de sinsentido dramático. Sin embargo, el nuevo mártir de Rodrigues no tiene problema alguno con el orden social; tampoco esconde secretos inconfesables o traumas que desalienten su existencia. El director de O fantasma juega por primera vez con el destino de un hombre corriente llamado Fernando: un ornitólogo feliz, apasionado con su trabajo, que se adentra en la reserva natural de Trás-os-Montes con el fin de verificar el estado de unas aves en peligro de extinción.

Así, aunque la primera hora de O Ornitólogo está filmada a la manera pedagógica e inofensiva de un documental de National Geographic, el espectador no debe bajar la guardia. Tras la prolongada presentación del hábitat natural y del protagonista, llega el momento del delirio, un viaje hacia la revelación de la verdadera identidad del protagonista, que ha vivido toda su vida sin saber que es San Antonio de Padua. No es la primera vez que Rodrigues ironiza sobre la pasión por la religión a través de la figura del santo patrón de Lisboa. En su maravilloso cortometraje Manhã de Santo António, el portugués retrató a los lisboetas celebrando el día de San Antonio como zombis putrefactos que vomitaban o se desintegraban por las calles de la capital. Sin embargo, cabe aclarar que O Ornitólogo no es una frívola burla de la religión. Rodrigues ha definido su chocante ficción con el mejor oxímoron posible: una ‘hagiografía blasfema’ de San Antonio de Padua. Si algo demuestra O Ornitólogo es que la espiritualidad también puede manifestarse a través de la representación cinematográfica del sexo, la violencia o la muerte. Carlota Moseguí.

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THE AGE OF SHADOWS. Kim Jee-woon. 140 minutos. Corea del Sur (2016). Con Byung-hun Lee, Yoo Gong, Kang-ho Song. Sección Òrbita.

Al director de A Bittersweet Life le basta con su oficio y capacidad de narrar, con su habilidad para jugar con los géneros trascendiendo sus límites, para dotar de algo de alma a esta surperproducción surcoreana que representa a su país en la lucha por el Oscar extranjero. Lo que en otras manos podría haber quedado en una de esas lustrosas reconstrucciones de época a la que el mainstream asiático es tan afecto, en las del director de The Good, the Bad, the Weird y I Saw the Devil se transforma en una obra en la que los destellos de deformidad terminan siendo lo más interesante. Es posible que este sea el film menos logrado de Kim Jee-woon (sólo Doomsday Book, de 2012, podría disputarle ese lugar) y la desilusión es mayor si se piensa que el director pudo incluso cumplir con éxito su “experiencia hollywoodense” con el neo-western El último desafío, protagonizado por Arnold Schwarzenegger. Ambientada en la década de 1920, durante la ocupación japonesa, The Age of Shadows gana en la acción y en el thriller con foco en la resistencia coreana, en los momentos en los que la tensión y la violencia logran romper con el estatismo decorativo seguramente impuesto por los estudios para este tipo de producto. Fernando E. Juan Lima

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LA PROPERA PELL. Isaki Lacuesta + Isa Campo. Con Sergi López, Emma Suárez, Àlex Monner, Bruno Todeschini. Sección Noves Visions – Sessions Especials.

Isaki Lacuesta, esta vez acompañado en la dirección por su guionista habitual, Isa Campo, sigue luchando contra su propia leyenda (del tiempo), casi una losa, para demostrar que, frente a lo que muchos piensan, no es exclusivamente un cineasta documental, ensayístico, un autor en el sentido más tradicional, o incluso despectivo (para algunos) del término, sino un cineasta de oficio, un trabajador de las imágenes, capaz de enfrentar con soltura una comedia desmedida y salvaje sobre la crisis como lo fuera la injustamente despreciada Murieron por encima de sus posibilidades y un drama familiar como encara en su nuevo trabajo. Frente al trabajo en cooperativa, rodando a salto de mata, e impulsado por una energía rabiosa y colectiva con la que Lacuesta sacó adelante su anterior película, La propera pell responde a un modelo más clásico tanto en términos de producción como de narración y puesta en escena: Lacuesta y Campo enfrentan una historia de identidad, crecimiento y maduración en torno a un esqueleto de thriller: una mujer que perdió a su hijo años atrás cree recuperarlo, ya crecido, y lo acepta de nuevo en su vida. En torno a esta nueva maternidad surgirán pronto muchas dudas, y una central: ¿y si realmente no es el hijo, sino un impostor, un mentiroso, un huérfano necesitado de cariño, un pillo capaz de aprovecharse del dolor de una madre? De nuevo un tropo recurrente en la filmografía de Lacuesta: el doble, la verdad y la mentira, la incertidumbre de lo visible, o lo incomprensible de lo cotidiano; pasos dobles para una película de fingimiento que, como el adolescente protagonista, se mueve entre dos aguas: la del drama familiar y la película de autor, en un incómodo terreno intermedio que solo Lacuesta y Campo parecen atreverse a explorar. Gonzalo de Pedro Amatria