Laura Carneros (Festival de Málaga)

LITUS. Dani de la Orden. 90 minutos. España (2019). Con Belén Cuesta, Quim Gutiérrez, Álex García, Adrián Lastra, Marta Nieto. SECCIÓN OFICIAL LARGOMETRAJES

La premisa que presenta Litus, el nuevo film de Dani de la Orden (Barcelona, nit d’estiu, El mejor verano de mi vida), recuerda irremediablemente a Les distàncies, película dirigida por Elena Trapé que triunfó en la pasada edición del Festival de Málaga: un grupo de amigos encerrados entre cuatro paredes va destapando una serie de secretos altamente inflamables. La principal diferencia entre ambas es el motivo por el cual los personajes se reúnen: mientras en Litus estos organizan una fiesta de despedida por la muerte de un amigo, en Les distàncies los personajes visitaban por sorpresa a un amigo en Alemania. De entrada, los ánimos son muy diferentes, y será ello lo que module y determine la credibilidad de los saltos emocionales que se producen a lo largo de la trama de Litus, película que nace de la obra de teatro de Marta Buchaca, que adapta el guion de la película junto a de la Orden. Con un tono inicial de comedia, Litus puede parecer algo frívola por momentos, ya que se produce un salto temporal abrupto entre la muerte del compañero y el día de la fiesta, y no es hasta pasados unos minutos que comprendemos que la pérdida se produjo hace varios meses. La pesada sombra del fallecido está presente desde el comienzo, pues el encuentro se produce en el piso que compartía con sus dos amigos más cercanos. Es por ello que el ambiente está cargado de energías desde antes de que lleguen los invitados. Solo hace falta que estos entren por la puerta para que la culpabilidad y el reproche afloren sin demasiado esfuerzo.

De la Orden aseguró en la rueda de prensa que no hace cine de autor porque no sabe hacerlo, y que, a pesar de ello, esta es su película más personal. Una declaración honesta que refuerza su evidente identidad como realizador de películas para el gran público, y a la vez demuestra que no es necesario buscar un estilo autoral para dotar a una obra de madurez y sensibilidad. Y es que, de la Orden se luce con Litus, una pelicula de giros inteligentemente elaborados que respira creatividad dentro de sus límites formales, con un trabajo actoral brillante capaz de sumergir al espectador en el pozo de sus propias vivencias.

LAS CRUCES. Teresa Arredondo, Carlos Vásquez. 80 minutos. Chile (2018). SECCIÓN OFICIAL LARGOMETRAJE DOCUMENTAL

En el año 1973, coincidiendo con el golpe de Estado en Chile, un grupo de trabajadores fueron asesinados y enterrados de manera clandestina. Todos ellos formaban parte de sindicatos o militaban en partidos de izquierda. Los hechos, acaecidos hace 46 años, sumieron a las ciudades chilenas de Laja y San Rosendo en un silencio que aún persiste.  

Las cruces propone un recorrido por el camino que siguieron las 19 víctimas hasta el lugar de su ejecución, mediante las declaraciones judiciales de los policías que juraron silencio hace casi medio siglo. Uno de los relatos más impactantes que recoge el documental es el testimonio del lugareño que encontró los cuerpos: un día, casualmente, salió de caza y halló a sus perros desenterrando a las víctimas, que habían sido sepultadas a poca profundidad. Así, las voces en off que reproducen las primeras declaraciones oficiales recogidas en 1973, se extienden de manera superficial sobre las imagenes de paisajes amables que al principio se nos muestran. Poco a poco, a medida que el tiempo histórico y cinematográfico avanza, el terreno y la meteorología muestran su vertiente hostil del mismo modo que los testimonios de los policías cambian radicalmente cuarenta años después. Estas segundas versiones añaden más complejidad al asunto, y lo que en principio parecía ser una orden de ejecución por parte del ejército, se convierte en un encargo directo por parte de la misma empresa de los trabajadores, incomodada por la posible rebelión de los mismos.

Respecto a ello, uno de los directores del documental, Carlos Vasquez, añadió lo siguiente en el coloquio posterior a la proyección: “Curiosamente, años después, los carabineros comienzan a matizar, y esta nueva información tiene que ver con la participación de la empresa, por lo que se entiende que recibieron presiones. Esta empresa, no sé si queda claro en la pelicula, pertenece a una de las familias más ricas de Sudamérica, tienen muchísimo poder, a nosotros también nos dificultaron bastante el rodaje al final, no nos dejaban filmar, nos intimidaban… Entonces, no es extraño que los policías reciban presiones”.

El documental busca conectar el pasado con el presente para mostrar la opacidad y la represión que aún existe respecto a los crímenes de la dictadura. El último plano de la película resulta especialmente significativo: los obreros que hoy trabajan en esa misma empresa salen de trabajar, y, aunque invisibles, sus derechos como trabajadores quedan irremediablemente retratados al conocer los hechos. Vásquez comenta: “Nos llamó poderosamente la atención que se detenía a los trabajadores justo a la salida de la fábrica, cruzando la línea donde ellos recuperaban su vida privada. Y en Chile, siendo un país bastante neoliberal, donde hay una confusión tremenda respecto a los derechos de los trabajadores y el poder que tienen de alguna forma los jefes o los dueños de las empresas, hay un intento de apoderarse también de la manera de pensar de los trabajadores, si son de ideas políticas diversas. La película también habla de la complicidad de empresas privadas con la dictadura, algo de lo que no se ha hablado mucho en Chile y esperamos que este caso en particular abra una puerta al debate”. Por su parte, la directora Teresa Arredondo menciona algunas de las dificultades que encontraron durante el rodaje: “Nunca intentamos acercarnos a hablar de algo con la empresa, no era parte del punto de vista de la película, pero obviamente al llegar, en un pueblo pequeño, llamamos la atención. Nos preguntaban, y llegó un momento, a la mitad del rodaje que nos acercamos a la empresa para filmar y se nos ponía un coche adelante o bajaban los de seguridad impidiéndonos filmar… A veces nos seguía un coche durante el día. Cuando rodamos el último plano, el último día, salió un coche, pararon y comenzaron a hacernos preguntas para echarnos”.

En cuanto al caso, aún abierto, para los directores el trabajo realizado supone una pequeña victoria personal. Arredondo cuenta: “Aún no ha habido ningún tipo de sentencia, ni para los civiles implicados ni para la policía. Pero en uno de los pases de la película que hicimos en Chile, uno de los familiares, después de la proyección, me decía que él sentía que la existencia de la película le permitía descansar, en el sentido de que validaba la historia que tanto tiempo había luchado por dar a conocer”.

EL INCREÍBLE FINDE MENGUANTE. Jon Mikel Caballero. 93 minutos. España (2019). ZONAZINE

Desde el momento en que Alba se baja de la furgoneta en que viaja con sus amigos comienza un fin de semana menguante, que, sin embargo, no hace más que prolongarse: sin saber cómo, la protagonista tendrá que hacer frente a un día que se repite y a la vez contiene menos horas. Un juego matemático que parece interesante pero acaba sin tener demasiado sentido. La ópera prima de Jon Mikel Caballero propone un viaje interior con toques de cine fantástico para reflexionar sobre el punto de inflexión que supone llegar a los 30. Sin embargo, la película en sí acaba perdiéndose entre las múltiples rutas de exploración que el guion ofrece. Cada bucle comienza con la frase: “Alba, ¿estás dormida?”, y a partir de ahí, los diálogos, las acciones y las situaciones son totalmente distintas. Lo único que se mantiene es el día de la semana. Así, cuando Alba toma conciencia de que está “atrapada en el tiempo”, su actitud primera será emborracharse cada día un poco más (quizá para probar dónde está su límite etílico). Más tarde, su propósito será construir una bomba de agua en el menor número de horas posible para reconquistar a su novio, y, entre tanto, se perderá en el bosque para buscar tesoros de su infancia. El rumbo de la protagonista desaparece entre objetivos poco definidos y subtramas que no llegan a conectarse. Todo ello, enmarcado en un encuadre que irá estrechándose caca vez más, a medida que las horas y la sensatez de su protagonista van decreciendo.

ESTO NO ES BERLÍN. Hari Sama. 115 minutos. Chile (2018). LARGOMETRAJES SECCIÓN OFICIAL

El final de la adolescencia de Carlos y Gera coincide también con el ocaso de una década: a finales de los 80, en México, la identidad del país es tan volátil como el humo de la hierba que fuman a escondidas. Influenciados por la corriente de contracultura europea que se respira en los clubes nocturnos, estos dos amigos inician un proceso de autodescubrimiento clásico que incluye las típicas salidas a escondidas desde el tejado, regañinas con los padres sentados frente a frente en el salón, traiciones entre amigos, alcohol, drogas, sexo con sida y algún entierro.

La escena de apertura, una batalla de estudiantes uniformados, en mitad de una nube de polvo, a cámara lenta, será la imagen más potente que encontremos en Esto no es Berlín, una película que toma pocas referencias estéticas y formales de la corriente que retrata y prefiere quedarse en el terreno seguro del cliché, dando como resultado una historia de underground fosilizado que a ratos se antoja como una recreación documental tremendamente aséptica. A pesar de que sus personajes (encarnados por actrices y actores carismáticos y de una belleza incuestionable) resultan amigables y cercanos, sus enredos y diálogos están bañados de una superficialidad que no ayudan a la inmersión en el relato. Por momentos, la cinta ofrece alguna promesa de lo que parece ser un atisbo de atrevimiento en escenas donde se recrean performances, sesiones orgiástico-poéticas y grabaciones con Super 8, que finalmente queda atrapado en un guion repleto de lugares comunes.