Isaki Lacuesta, que alimenta en persona el blog oficial de su nueva película, y que probablemente se encargue también de mantener vivas las redes sociales –estrategia de guerrilla para hacer frente a la difícil difusión en sala de una película que no ha encontrado distribuidor dispuesto a estrenarla–, lleva días bromeando con la detención de Rodrigo Rato como una gran operación de marketing destinada a promocionar el estreno de la película. Y algo de razón no le falta: no porque la detención sea una farsa electoralista (que también), sino porque la ficción se adelantó en muchas cosas a la realidad, y la película, que empezó a pergeñarse entre 2010 y 2011, prefiguraba algunos de los derroteros por los ha discurrido la política española. Porque la película, un esperpento de pura raza, toma los rasgos de lo real para exagerarlos, y no hacer con ellos mofa y befa, sino construir una sátira de profundas raíces críticas. Y es así como hay que ver la película, rodada en forma cooperativa: como un ejercicio de exorcismo colectivo que toma las pulsiones más bajas del ciudadano medio para hacerlas realidad. La película, estrenada en el Festival de San Sebastián, recibió críticas por todos lados, quizás porque ella misma no escatima en críticas hacia todos los sectores del panorama político, y a los propios espectadores: lejos de la posición facilona, Lacuesta opta por la incomodidad de quien no se casa con nadie. Excepto con su cine. GdP

Programación completa de La sala de los cineastas.