Mejor ópera prima en el Festival de Locarno, este primer largometraje de Valérie Massadian describe las vivencias de la niña del título, quien con apenas cuatro años parece mucho más adulta que aquellos que debieran cuidarla y la dejan sola buena parte del tiempo en una casa/granja ubicada en medio de un bosque. La película empieza con la filmación de una larga matanza de un cerdo; luego, narra con cámara fija, ubicada a una considerable distancia de la protagonista, cómo la niña construye un mundo propio y se relaciona con los conflictos del exterior. Kelyna Lecomte es un prodigio de expresividad y dulzura que Massadian afortunadamente no explota con fines demagógicos. La pregunta, inevitable, es si se trata de una gran película por su puesta en escena, o simplemente del hallazgo de una directora que supo captar el encanto, ese “ángel”, de la pequeña (no)actriz. Sea como fuere, el resultado artístico resulta extraordinario. Diego Batlle

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