Página web de L’Alternativa 2021

RETOUR À REIMS. Jean-Gabriel Périot. 83 minutos. Francia (2021). Sección Oficial Internacional Largometrajes

Tras películas como Une jeunesse allemande (2015), Lumieres d’été (2016) y Nos défaites (2019), Périot presenta un film-ensayo que va de lo íntimo a lo familiar y luego hacia lo sociopolítico para convertirse en una valiosa reflexión sobre la Francia del último siglo con el énfasis puesto siempre en los avatares de la clase trabajadora. Patchwork audiovisual construido con fragmentos de películas (de Germaine Dulac, Georg Wilhelm Pabst, Jean Vigo, Chris Marker & Pierre Lhomme, Jean Rouch & Edgard Morin, Jean-Luc Godard & Jean-Pierre Gorin y Jean Renoir, entre otros), rompecabezas cuyas múltiples piezas provienen de materiales de archivos de las distintas épocas, de entrevistas a hombres y mujeres anónimas, y de canciones tradicionales, este caleidoscópico documental tiene como eje el libro homónimo de Didier Eribon que es leído en off por la actriz Adèle Haenel.

En su primera parte (o “movimiento”, como se lo denomina) el film reconstruye la historia de los abuelos y padres del autor: gente sufrida, con infancias en orfanatos, mínima formación escolar, trabajos simples (obreros de fábrica, empleadas de limpieza) y en algunos casos enfermedades terminales (cáncer, Alzheimer). Es un relato duro, de extrema crudeza, con algo de resentimiento, pero al mismo tiempo con espíritu de reconciliación, de comprender y aceptar las diferencias. El segundo “movimiento” tiene otro tono, mucho más politizado. A partir del devenir ideológico de su propia familia (que empezó siendo comunista y en muchos casos terminó votando al Frente Nacional), Eribon y Périot reflexionan sobre las contradicciones, la crisis y los dilemas de la izquierda francesa, aquella de las masivas manifestaciones de protesta, la que llegó al poder en 1981 con el socialista François Mitterrand y que luego fue perdiendo apoyo con una fuga de votantes hacia los sectores de la ultraderecha. Un proceso inentendible para quienes no conocen de cerca la política gala, pero que de alguna manera desembocó en el movimiento de los indignados, los Chalecos Amarillos.

Puede que la forma de Retour à Reims (Fragments) abrume un poco por momentos y que puedan no compartirse ciertos análisis, pero el trabajo de investigación, visualización y montaje de Périot es encomiable. Apela a un texto desgarrador, implacable y provocador para generar la empatía por un lado y el debate por el otro. Son los dos extremos de un díptico, dos películas en una que merece no solo ser vista sino también analizada y discutida con profundidad. Diego Batlle

RENDIR LOS MACHOS. David Pantaleón. 80 minutos. España, Francia (2021). Con Alejandro Rodríguez Rivero, Julio Rodríguez Rivero, José Manuel Mentado Rivero. Sección Nacional

Sobre los paisajes agrestes de Fuenteventura y Tenerife, dos hermanos cumplen con “una costumbre ancestral”. Como ejercicio de duelo por la muerte del padre, estos hombres desavenidos desempeñan con el ritual de “rendir los machos”, que consiste en transportar un conjunto de machos cabríos –que simbolizan el legado paterno– y entregarlos a la persona designada por el difunto. Según manda la tradición, la travesía debe realizarse a pie y ningún animal puede extraviarse por el camino. Así, empujados por el deber y enfrentados por un odio mutuo, los hermanos de Rendir los machos, el primer largometraje del cineasta canario David Pantaleón, protagonizarán una odisea itinerante en la que colisionarán la tradición y la modernidad, la inquina y el afecto, la gravedad y la hilaridad.

En su interés por capturar un conjunto de rituales y gestos atávicos (un impulso de raigambre antropológica), Pantaleón perfila una propuesta estética dominada por la frontalidad y la transparencia. La cámara de Cristina Noda esculpe los cuerpos y rostros de los hombres a la manera directa y honesta de Pier Paolo Pasolini, mientras que el acercamiento a los espacios arquitectónicos y paisajísticos aparece dominado por simetrías verticales y horizontales: hay en la película un majestuoso juego con una línea del horizonte esculpida durante milenios por la sedimentación geológica y por la corrosión eólica (el viento, omnipresente en la banda de sonido). El despliegue escénico, en el que los protagonistas se posicionan cuales criaturas salidas de un documental de Ulrich Seidl o de una ficción de Chema García Ibarra, permite imaginar dos películas posibles: una inclinada hacia un cierto misticismo (recordemos Mimosas de Oliver Laxe) y otra que se decantaría por la irreverencia. Dispuesto a jugar con astucia con esta dialéctica, Pantaleón compone una escena extraordinaria en la que uno de los hermanos aparece de pie sobre una cama, desnudo, con los brazos en alto, componiendo una estampa cuyo “espíritu sagrado” se ve resquebrajado por la cruda realidad: el hombre no está rogando a Dios, sino que, simplemente, quiere matar una mosca.

Demostrando que el humor y la irreverencia pueden ser vías ejemplares para el estudio incisivo, y nada moralista, de grandes lacras sociales e históricas, Rendir los machos se relaciona con soltura con temáticas candentes, desde la intromisión de la modernidad en la naturaleza –el ruido ensordecedor de unos boogies rompe con la armonía ventosa de los escenarios naturales– hasta la pervivencia de un modelo de masculinidad arcaica en el que confluye la violencia, pero también un legado cultural valioso (maneras de comerciar; formas de cantar). Rendir los machos busca modos de representar este diálogo entre lo viejo y lo nuevo, y por el camino propone una pirueta visual memorable. Empleando un dron (la herramienta peor utilizada del cine actual), Pantaleon construye unos imponentes planos cenitales en los que las sombras de los hermanos y el grupo de cabras se asemejan a un conjunto de pinturas rupestres. La tecnología más avanzada da a luz una imagen prendada de un aura primitiva. Y así se constata que nada resulta intrascendente cuando detrás se intuye la presencia de un cineasta que piensa. Manu Yáñez

BICENTENARIO. Pablo Álvarez-Mesa. 43 minutos. Colombia, Canadá (2020). Sección Oficial Internacional Cortometrajes

¿Cuánto tiempo cabe en 43 minutos de película? Bicentenario de Pablo Álvarez-Mesa nos lleva desde la disolución del Virreinato de la Nueva Granada hasta el presente. Así, el film rememora y reflexiona, en clave fantasmagórica, invocando el espíritu de Simón Bolívar, figura clave en la emancipación colonial sudamericana. Doscientos años después de que Colombia conquistara su independencia, Álvarez-Mesa documenta los actos conmemorativos de dicha efeméride, pero también recorre algunos de los puntos geográficos clave para entender este proceso de liberación. Solo que donde unos ven una serie de episodios históricos de interés general, otros prefieren sentir el fervor de un peregrinaje de halo religioso. De repente la pantalla se cubre con un velo anaranjado, poco translúcido. Un sonido que parece ser de campanas tibetanas se combina con la voz en off de una médium que susurra una súplica dirigida a un líder que debe volver para guiar a su rebaño descarriado. Algo se mueve detrás del naranja opaco, podría ser el propio Bolívar. Bicentenario suspende al espectador en un misterio que estalla en desconcierto y que dibuja un viaje al pasado.

Ahora nos encontramos en Bogotá, el 6 de noviembre de 1985, en el costado norte de la Plaza Bolívar. Las cámaras de todos los canales de televisión, incluso las de los video-aficionados, ponen toda su atención en un Palacio de Justicia sitiado. Un edificio gubernamental que ha sido tomado por unas fuerzas armadas. Es la Operación Antonio Nariño por los Derechos del Hombre, que enfrentó a las tropas del Estado con el comando Iván Marino Ospina, y que se saldó con más de cien muertos. Álvarez-Mesa rememora aquel asalto combinando filmaciones televisivas y amateurs, noticia y verdad. Un tanque abre fuego contra las inmensas puertas de los juzgados de la capital colombiana. A pocos metros, un hombre se entretiene dando de comer a una bandada de palomas que acuden al banquete sin preocuparse por el caos circundante. Esta indiferencia ante la violencia revela una convivencia permanente con la misma.

De un modo similar al empleado por Luis López Carrasco en El año del descubrimientoBicentenario juega con la filmación añeja de un presente marcado por el pasado. Las tensiones de ayer marcan las imágenes de hoy, por obra y gracia de una historia oficial encallada que celebra, sin rubor alguno, una violencia que solo se condena de cara a la galería. La hipocresía satura una ecuación que no cuadra. Y en estas se encuentra la nación de Álvarez-Mesa, en una encrucijada de la que parece que solo se puede salir con recursos fantásticos, mágicos. Es el hechizo de la iconoclastia, que debe ayudarnos a superar el aletargamiento de la irreverencia. La voz sigue llamando a Simón Bolívar, pero a lo mejor no para convocarle, sino más bien para exorcizarlo. Víctor Esquirol

ESQUIRLAS. Natalia Garayalde. 70 minutos. Argentina (2020). Sección Oficial Internacional Largometrajes

La pandemia, la discusión pública (y mediática) por el tratamiento de las leyes de legalización del aborto y del impuesto extraordinario a las grandes fortunas y una situación económica nacional no precisamente favorable, entre otros factores, arrojaron un manto de olvido sobre el 25° aniversario de uno de los hechos más oscuros de las últimas décadas en Argentina. Se trata de la explosión de la Fábrica Militar de la localidad cordobesa de Río Tercero, que el 3 de noviembre de 1995 provocó una lluvia de proyectiles sobre la zona que generó siete muertos, cientos de heridos, pérdidas millonarias y un trauma colectivo que perdura hasta la actualidad. En aquel entonces, Natalia Garayalde era una chica de 12 años que se divertía jugando con la cámara de video hogareña que había comprado su padre un tiempo antes. Con ella salió a la calle para filmar los momentos inmediatamente posteriores a la explosión, probablemente sin saber que la tragedia pudo haber sido aún peor: a metros de la fábrica había un par de plantas químicas que, de haber recibido algún impacto, probablemente hubieran dejado toda la ciudad en ruinas. 

Realizada casi íntegramente con material de archivo familiar y de noticiarios, Esquirlas abraza la ortodoxia del cine del “yo” (voz en off a cargo de la directora, lo personal entreverándose como lo público, la realizadora puesta en el lugar de protagonista), arrojando un registro histórico de enorme valor testimonial. Aquellas imágenes se ponen en diálogo con otras tomadas en el presente, conformando así una reflexión sobre el dolor y el paso del tiempo. El espíritu lúdico de Garayalde y su hermana “jugando” a ser periodistas se contrapone al horror de un escenario bélico, con coches destruidos, explosiones constantes y vecinos aterrados. La directora mira aquel pasado cándido desde un presente vaciado de inocencia y cargado de dolor ante la sucesión de impunidades que siguieron a la tragedia. Allí confluirán el tráfico de armas, la corrupción, las negociaciones espurias y la negligencia burocrática con las heridas familiares vinculadas a un acontecimiento que, un cuarto de siglo después, sigue igual de abierto que el primer día. Diego Batlle

OS CORPOS. Eloy Domínguez Serén. 11 minutos. España (2020). Sección Nacional

Como un puñal benefactor que atraviesa las actuales medidas de distanciamiento social, el cortometraje Os corpos, dirigido por Eloy Domínguez Serén, se presenta como un vendaval arremolinado de abrazos, golpes, sacudidas… una verdadera catarsis fílmica convertida en materia antiviral para los sentidos. El escenario: el Entroido ourensano, considerado el carnaval rural más antiguo de Europa. La fecha: finales de febrero de 2020, semanas antes de la eclosión de la pandemia del coronavirus en España. El autor: Domínguez Serén, que después de ahondar en un cine más meditativo y autorreflexivo en No Cow on the Ice o Hamada se adentra en las agitadas aguas del cine de los cuerpos con la figura de Claire Denis como luminaria a seguir. Así, en el contexto actual de la pandemia de COVID-19, el carácter físico y extático de Os corpos funciona como un verdadero bálsamo sensorial-espiritual contra estos tiempos de interacciones (necesariamente) asépticas. Es interesante que Os corpos no sea una colección de momentos privilegiados. Los instantes de máxima euforia (los saltos de las personas que portan la araña, el arrebato de los tamborileros) se encadenan con tiempos casi muertos, pausas en la vorágine, transiciones. Nunca llegar a percibirse con claridad una estructura, un ordenamiento, que pudiese mermar la sensación de caos festivo y orgánico. De hecho, el nuevo trabajo de Domínguez Serén aspira a desdibujar, de la mano del carnaval, los límites entre razón e instinto, concordia y conflicto, entre una cierta idea de tradición y su subversión popular. Manu Yáñez

SIS DIES CORRENTS. Neus Ballús. 85 minutos. España (2021). Con Mohamed Mellali, Valero Escolar, Pep Sarrà. Sección Nacional

Aprovechando uno de los varios momentos de reposo que ofrece la narración de Sis dies corrents, el personaje de Mohamed (a quien da vida Mohamed Mellali) rememora el modo en que, en Marruecos, su país natal, disfrutaba mirando, desde su hogar, los pequeños retazos de intimidad que ofrecían las ventanas y balcones de sus vecinos. Queda claro, tanto por su manera de explicarse –a través de una voz en off–, como por su actitud, que no había voluntad invasiva en aquel gesto voyeurista. En la mirada de Mohamed predomina el inocente y puro deseo de conectar con el otro. Y así es precisamente como avanza el nuevo largometraje de Neus Ballús, con la cuenta de seis jornadas (una semana laboral más un día de supuesto descanso) que deberán marcar el destino más inmediato del marroquí.

El hombre vive ahora en Barcelona; en su periferia, para ser más exactos. Como si se tratara de una ficción telenovelesca (en lo que cabe interpretar como una señal del tono cercano que adopta el film), la directora catalana utiliza, en más de una ocasión, la misma toma general urbana para concretar la transición entre escenas, y evidentemente para acabar de situarnos en el espacio. Tras la peculiar “escapada” que supuso El viaje de Marta (Staff Only), Ballús vuelve a unos territorios y a una disposición de personajes similar a los de La plagaSis dies corrents –es decir, “seis días corrientes”– vuelve a poner el foco en personajes que, a causa de su aspecto, procedencia o carácter, pueden quedar relegados a la categoría de “marginales”, pero sin los cuales no puede entenderse la nueva identidad catalana (y por extensión, española y europea). Historias de nuestro propio “melting pot”, fraguadas en catalán, castellano y árabe; ubicadas en escenarios que nos hablan de luchas contra los elementos, pero también de la comodidad del privilegio.

Mohamed afronta un período de prueba de una semana para ser contratado (o no) por una pequeña empresa de reparaciones hogareñas. Los jueces en este examen laboral serán sus compañeros de trabajo: Pep (Pep Sarrà) y Valero (Valero Escolar). El reparto, fundido en el efecto “as themselves”, funciona como una declaración de intenciones con respecto a la fusión entre realidad y ficción en que se instala la película. Personas y personajes comparten piel en una puesta en escena que remite al cine documental, aunque la banda sonora se ocupa de disipar las malas vibraciones que podrían impregnar el relato.

En Sis dies corrents, se muestran las tensiones (culturales, sociales, profesionales…) que a menudo marcan la cotidianidad de la clase trabajadora, pero nunca se percibe un regocijo en la hostilidad de las situaciones. Aunque se anuncie tormenta, el verdadero interés de Ballús es captar los momentos posteriores a dicha tempestad, aquellos en los que, a pesar de todo, reina el entendimiento, la voluntad compartida de dejar de lado las diferencias y abrazar aquello que nos hermana. Víctor Esquirol

COURTROOM 3H. Antonio Méndez Esparza. 115 minutos. España, Estados Unidos (2020). Sesión especial

Tras conseguir el premio FIPRESCI con La vida y nada más (2017), Antonio Méndez Esparza presenta Courtroom 3H, una película que surge como una extensión del trabajo de preparación de la anterior. El cineasta español afincado en EEUU entró en contacto con una realidad social que le condujo directamente hasta el Tribunal de Familia Unificado de Tallahasee (Florida), un juzgado que resuelve casos en los que están implicados menores y sus progenitores. En lugar de utilizarlo como punto de partida de una ficción, el director decidió traspasar la puerta de la institución para instalar sus cámaras dentro de la sala, de donde no salen durante las casi dos horas que dura este documental.

La idea de la que parte Méndez Esparza es la indefensión de los ciudadanos. Por delante de su cámara desfila gente anónima que acude al tribunal a rendir cuentas de sus comportamientos frente al Estado, que se presenta como la maquinaria jurídica que debe decidir sobre sus destinos. Sobre ellos y sus historias personales se sustenta gran parte del peso del film. Pero en lugar de humanizar simplemente a una parte de la sala, el director también intenta capturar con su cámara la psicología, dudas y razonamientos de los funcionarios al servicio de la justicia. De este modo, se justifica la decisión radical de dedicar el arranque de la película a filmar, con un plano fijo, a la gente que acude a testificar, reproduciendo casi en todo momento el punto de vista que el juez tiene desde su estrado.

La primera parte de Courtroom 3H, tocada por el espíritu de los documentales observacionales del maestro norteamericano Frederick Wiseman, está dedicada a las vistas públicas. La cámara se centra en los acusados, que junto a sus abogados y la fiscalía exponen ante el juez los motivos por los que quieren conservar o renunciar a la custodia de sus hijos, que, en muchos casos, viven en régimen de acogida con familias voluntarias o en un centro. El siguiente bloque se interesa por los casos que no se han resuelto en las vistas previas, y en esa transición Esparza aprovecha para abandonar la mirada estática e introducir una mayor variedad de planos, algo que se acentúa aún más en el capítulo final, que recoge el caso de una mujer a la que niegan la custodia de su hija, y que se narra con una planificación y montaje propios del cine judicial.

El film asume su condición documental a través de su planificación, pero el montaje aprovecha muchas veces resortes de la ficción, que emanan de la humanidad que transmite el juez en sus parlamentos y sentencias, de unos abogados de oficio que cumplen muchas veces con el tópico cinematográfico, y sobre todo de los brutales testimonios que se muestran en pantalla. El cineasta, que debutó con Aquí y allá (2012), se acogió a la libertad de expresión y prensa para registrar las vistas iniciales y luego aludió al derecho a la transparencia, que protege al individuo ante posibles abusos del Estado, para lograr grabar los dos bloques siguientes. Un empeño por cubrir la totalidad del proceso judicial que Méndez Esparza combina con un dispositivo que se muestra exigente, porque obliga al espectador a realizar un importante ejercicio de observación y análisis de las imágenes. De este modo, la narración va adoptando progresivamente una trascendente carga testimonial. A la postre, Courtroom 3H consigue el propósito evidente de acercarnos a casos que no suelen tener ningún tipo de notoriedad pública, y a la vez transmite la angustia y el sufrimiento que se respiran en la atmósfera del juzgado. Fernando Bernal

CITY HALL. Frederick Wiseman. 272 minutos. Estados Unidos (2020). Sesión Especial

Desde su debut en 1967 con Titicut Follies y durante ya más de cinco décadas, Frederick Wiseman ha sido uno de los más profundos, meticulosos e inteligentes observadores del funcionamiento de las instituciones políticas, culturales, deportivas o sociales de los Estados Unidos y Europa. Fijó su cámara con la paciencia y sensibilidad de siempre para retratar una legislatura, un gimnasio de boxeo, el Central Park o la bibloteca pública de Nueva York, la universidad de Berkeley, la Comedia Francesa, el ballet de la Opera de París, un club striptease como el Crazy Horse o la National Gallery de Londres, así como a la hora de abordar la problemática de la vivienda pública o de la violencia doméstica. Con casi medio centenar de largometrajes sobre sus espaldas, Wiseman le dedicó apenas tres a su ciudad y City Hall (con sus más de cuatro horas y media de duración) es un acercamiento de una precisión y detallismo inéditos respecto de cómo se gobierna una ciudad modelo como Boston, que con apenas 700.000 habitantes tiene un presupuesto anual de 3.320 millones de dólares (el 70% proviene de la recaudación impositiva y el 13% de aportes del estado de Massachusetts) y, antes de la pandemia, un tasa de desempleo de apenas 2,4%, la más baja de los Estados Unidos.

El protagonista de City Hall es, claro, el alcalde Marty Walsh, quien a sus 53 años se desempeñó durante 17 como diputado de la ciudad y lleva ya 6 en la jefatura de gobierno. Integrante del ala más progresista del Partido Demócrata, su gestión está considerada como un ejemplo de integración racial, sexual y económica, aunque la violencia de la policía le ha generado no pocos cuestionamientos. Si algo se le puede cuestionar al Wiseman de City Hall es que parece demasiado “enamorado” de Walsh, un tipo que sufrió un cáncer de niño, es un alcohólico recuperado y hoy disfruta de una inmensa popularidad. No es que el mítico realizador sea un mero espectador. De hecho, su cine observacional siempre ha tenido un claro punto de vista. Sin embargo, aquí por momentos parece un promotor de campaña. Eso no implica que el film carezca de interés. La posibilidad de inmiscuirnos en cada uno de los aspectos de un gobierno descentralizado y participativo es extraordinaria: cómo se discute el presupuesto general y luego las asignaciones puntuales de cada partida, cómo son los planes de vivienda (el gobierno tiene un proyecto a diez años para ir comprando terrenos y hacer luego desarrollos urbanos con subsidios para los menos pudientes), cómo son las campañas para la prevención de adicciones, cómo se atiende a los vecinos desde la línea 311, cómo se trabaja en parques, con la basura, con el tránsito, con la construcción, con los comerciantes y un largo etcétera.

Ciudad de viejos inmigrantes que abre las puertas a nuevos inmigrantes, cuna de exitosos equipos deportivos (al momento de filmar los Red Sox acababan de ganar la Serie Mundial de béisbol), Boston es la contracara de la administración Trump (Walsh lo deja en claro en numerosos discursos) con una preocupación por los jubilados y los precios de los medicamentos, por los veteranos de guerra, por los representantes de las distintas comunidades (se hace énfasis sobre todo en la china), por la situación de las enfermeras, por la memoria y el respeto a las minorías, por disminuir la violencia callejera y las desigualdades. City Hall, por la duración total pero también por la de cada una de sus escenas (podemos asisitir durante 10 o 15 minutos a discusiones sobre temas en apariencia menores), exige un compromiso mayúsculo por parte del espectador, pero la recompensa es conocer a fondo una hermosa ciudad como Boston (porque la cámara no se queda dentro del edificio municipal) y, sobre todo, cómo se administra una urbe desde una óptica progresista, con respeto y conciencia social. Diego Batlle