En cierto modo Laurent Cantet sufre agorafobia. Si en La Clase (Palma de Oro en el Festival de Cannes 2008) apenas salíamos de entre los muros de una escuela parisina y en Foxfire: Confesiones de una banda de chicas vivíamos casi todo el relato encerrados en esa sociedad secreta formada por un puñado de gang-girls estadounidenses, Regreso a ítaca transcurre casi en su totalidad en una terraza de La Habana donde varios antiguos amigos se reúnen simplemente a charlar. En este sentido, una de las grandes habilidades de Cantet es su capacidad para viajar a territorios extranjeros y amoldarse a la mirada de sus habitantes. Regreso a ítaca no es nueva —de hecho hasta podríamos asegurar que su fórmula de crear el drama a través de las rencillas está al borde de la caducidad—, pero, sin vueltas radicales, el director francés consigue que creamos y nos emocionemos con una película que adopta la forma adecuada: la del desencuentro como reencuentro, tanto entre los integrantes de la reunión como con esa ciudad que se ve al fondo de la azotea. Los Cines Girona rescatan la película y la proyectan como homenaje al escritor cubano Leonardo Padura, cuyo libro La novela de mi vida inspiró el filme. ER

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