Recientemente desaparecido, el cineasta iraní Abbas Kiarostami se llevó la Palma de Oro de Cannes 1997 con este ejercicio de geometría narrativa y turbio humanismo. Uno de los grandes nombres de la modernidad cinematográfica, y autentico faro para muchos cineastas que transitaron por la senda que él abrió en el cine contemporáneo, Kiarostami devolvió el cine a la senda de lo real, pero reconociendo su dimensión artificial, lúdica, especular. El sabor de las cerezas ofrece una muy buena oportunidad para volver a ver lo que, en palabras del historiador experto en cine asiático, Alberto Elena, es “obra replegada sobre sí misma, de fuertes dimensiones meditativas. El sabor de las cerezas ha de verse necesariamente como una reelaboración de muchos de los elementos autobiográficos ya presentes en otros films anteriores de Kiarostami”. GdPA

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