Página web del 24º Festival Internacional de Jóvenes Realizadores de Granada (17-22 abril)

LUCKY. John Carroll Lynch. 88 minutos. Estados Unidos (2017). Con Harry Dean Stanton, David Lynch, Ron Livingston. Sección Oficial

Lucky, la ópera prima como director del actor John Carroll Lynch –el marido de Frances McDormand en Fargo o el posible psicópata de Zodiac–, aborda con sorprendente frontalidad, y al mismo tiempo con pudor, el peso de la vejez y la inexorabilidad de la muerte, temas espinosos que se despliegan a través del cuerpo enjuto y la personalidad encantadora de Harry Dean Stanton. Construida como un vehículo para la observación del carisma del mítico actor, la película no duda en exprimir todo el imaginario que le rodea, desde sus icónicos paseos desérticos en París, Texas hasta la sublimación de la bondad y la ternura que encarnó en el regreso de Twin Peaks. Aquí, Stanton interpreta a un antiguo miembro de la Armada norteamericana que lucho en la Guerra del Pacífico y que habita plácidamente en el árido oeste. El retrato amable, aunque un tanto pintoresco, de la rutina del personaje se verá truncado por un desmayo que despertará a Lucky (así llaman al protagonista) del sueño de la inmortalidad.

Carroll Lynch demuestra una gran sensatez al renunciar a todo alarde formal para garantizar el brillo de Stanton –a quien acompaña David Lynch en unas apariciones trufadas de complicidad–. La película es una lección de maximización del minimalismo actoral: de los andares quebradizamente marciales a los gestos desdeñosos que ocultan bocanadas de afecto, Stanton deviene un volcán expresivo en asordinada erupción. En la escena más memorable de la película, la alianza que forman Carroll Lynch, los guionistas (Logan Sparks y Drago Sumonja) y Stanton se atreve a poner en escena el manifiesto ateo y existencialista más contundente que ha visto el cine americano desde Restless de Gus Van Sant. Una claudicación brutal convertida en pura luz por la sonrisa de Stanton, un gesto que merecería figurar como Patrimonio de la Humanidad. Manu Yáñez

CON EL VIENTO. Meritxell Colell Aparicio. 80 minutos. España (2018). Con Mónica García, Concha Canal, Ana Fernández. Sección Oficial

Mónica, la protagonista de Con el viento, se enfrenta al silencio rocoso que se ha instalado entre ella, su madre y su hermana Elena, tras volver a casa después de una vida dedicada a su profesión: la danza. Este será el medio que la protagonista adopte para liberar su frustración: a través de coreografías catárticas, liberadoras y violentas como fuertes rachas de aire, Mónica trata de erosionar el muro de incomunicación. La película da especial importancia a las palabras que no se dicen, aquellas que, paradójicamente, cuesta más pronunciar cuando se comparten vínculos de sangre. Sin embargo, los reproches y la culpa acabarán aflorando sin necesidad de hablar: la actitud de las hermanas encierra el significado de lo que realmente callan. El entorno geográfico complementa sin duda la personalidad de las mujeres. Un pueblo de Burgos de orografía irregular donde el viento arrecia de manera constante sirve de escenario para visibilizar la furia interna. Los encuadres cerrados y la cámara en mano que predominan desde el inicio de la película refuerzan el carácter imprevisible de unos sentimientos agitados por las circunstancias. Como si también la cámara se moviera “con el viento”, o a merced de los impulsos de sus protagonistas. 

Por el contrario, resulta clave el papel de Pilar, la madre, quien, como su propio nombre indica, parece ser la única capaz de mantenerse firme ante las inclemencias. Con una actitud que, en apariencia denota más practicidad que pesimismo, la madre de Mónica y Elena demuestra su fortaleza de manera evidente cuando, a su edad, continúa haciendo tareas propias de la vida en el campo, como recoger patatas o cortar, empuñando un hacha, ramas para hacer leña. En sentido figurado, Pilar posee una determinación maestra que no solo emplea cuando se reúne con sus amigas para jugar a la brisca. Y del mismo modo es capaz de desprenderse de una antigua máquina de hacer chorizo, como del rencor que acaso quizá un día sintió por su hija Mónica. Laura Carneros

NIÑATO. Adrian Orr. 72 minutos. España (2017). Con David Ransanz, Luna Ransanz, Mia Ransanz, Oro Ransanz. Sección Oficial

Los tres niños protagonistas de Niñato, película ganadora del premio a la Mejor Película en el BAFICI 2017, son Oro, Luna y Mimi. Junto a ellos, está David, un rapero treintañero, apodado Niñato, que vive junto a sus padres y hermana, y que no tiene empleo. En este contexto, que poco a poco vamos descubriendo, Niñato cuida de sus hijos. El director del film, Adrián Orr, ficcionaliza la realidad: los personajes se interpretan a si mismos y la paciencia del cineasta tanto en los tiempos de rodaje (estuvo con la familia Ransanz durante años, primero para su corto Buenos días resistencia y, ahora, con Niñato) como en los planos confieren un aura realista a la representación. La cercanía a los personajes y los tempos dilatados, la cercanía también entre aquello que vemos y la realidad de los actores, convierten Niñato en una suerte de reto para el cineasta, que evita cruzar la línea que lo llevaría al voyeurismo. Cuando Oro comienza una suerte de huelga infantil a la hora de hacer los deberes, el padre debe dejar de hacer honor a su apodo y ejercer su estatus de adulto y de padre. Así se compone este retrato generacional en tiempos de crisis, esta brecha que ha precipitado nuevas formas de cuidado y de convivencia, con los abuelos como sostén familiar. Violeta Kovacsics

EL MAR NOS MIRA DE LEJOS. Manuel Muñoz Rivas. 93 minutos. España, Países Bajos (2017). Estrenos en Filmoteca

El mar de El mar nos mira de lejos nunca aparecerá ante nosotros, sino que permanecerá en un fuera de campo omnipresente en el debut del español Manuel Muñoz Rivas. Esta ópera prima se ocupa de una ciudad mitológica, de la que todavía no se han descubierto sus coordenadas exactas. Únicamente sabemos que se sitúa en alguna parte de Andalucía, y que los griegos accedían a ella cruzando el mar. Cuenta la leyenda que Tartessos fue la primera civilización de Occidente. Según la voz en off de El mar nos mira de lejos, varias expediciones de arqueólogos se han acercado a un pueblo costero español en busca de respuestas. Desengañados, todos han abandonado el lugar días después, tras no encontrar aquello que buscaban. Sin embargo, esa localidad andaluza que arrebata la fe a todo arqueólogo y explorador no es un lugar despoblado. La zona está habitada por unos pocos hombres. La cámara de Muñoz Rivas –editor de films como Dead Slow Ahead, Slimane o Arraianos– acompaña a sus personajes en sus cotidianas caminatas por la playa, por el desierto, en alta mar o en el interior de sus casas, tratando de llegar a Tartassos a través de esos parajes. Como si ese pasado milenario tan sólo les perteneciera a quienes lo habitan en el presente. Carlota Moseguí

LA FÁBRICA DE NADA. Pedro Pinho. 177 minutos. Portugal (2017). Con José Smith Vargas, Carla Galvão, Njamy Sebastião. Estrenos en Filmoteca

Producida por la compañía portuguesa Terratreme –que trabaja en el marco del pensamiento colectivo, persiguiendo la acción artística como herramienta de intervención en el mundo–, La Fábrica de Nada pone la cámara al servicio de conceptos que hoy parecen desterrados del debate público (de forma muy intencionada): la solidaridad, el trabajo en grupo y la conciencia de clase. Y lo hace sin un ánimo de nostalgia de los movimientos revolucionarios pretéritos, sino tratando de actualizar el debate sobre las condiciones de trabajo, producción y explotación que ha ido estableciendo el capitalismo contemporáneo. En el film, cuando los trabajadores de una fábrica descubren por azar que sus patrones la están vaciando en secreto, estos deciden permanecer en sus puestos de trabajo, latentes, a la espera, en defensa de su futuro. “La crisis presente, permanente y unilateral ya no es una crisis clásica, un momento decisivo, es lo contrario, es un final sin fin”, afirma una voz en off. Así, tomando citas sacadas del presente, de los medios, se elabora un retrato casi documental de ese estado de las cosas que ha convertido la crisis en el paisaje común y cotidiano, y la degradación de las condiciones de vida en el único de los horizontes posibles.

En diálogo con esos extractos de realidad, están los tiempos muertos de los trabajadores, un tiempo dilatado que convierte la aparente inacción en una acción cargada de sentido político: la espera deviene una reivindicación de unos cuerpos y unas vidas que solo cobran sentido en común: fabricar nada, pero fabricarlo unidos. La Fábrica de Nada es precisa en su descripción también de las estrategias del capital para acabar con la resistencia: convertir la posibilidad del triunfo, o del fracaso, en una cuestión individual, cargando la responsabilidad en los damnificados, a quienes se les trata de dividir del colectivo para debilitarlos. Es justa, además, en el retrato de los trabajadores, filmados con la cercanía de un primer plano que les dignifica y les resalta, y con la entereza de unos planos generales que les respeta en su integridad física y moral. Y precisa también, pero no ingenua, en la única posible actitud frente a esas estrategias del mal: el colectivo y la alegría. Las dos unidas. “Mundo, nos hiciste tanto daño, pero te amamos tanto”, afirma hacia el final uno de los protagonistas. Gonzalo de Pedro Amatria

MILLA. Valerie Massadian. 128 minutos. Francia (2017). Con Severine Jonckeere, Luc Chessel, Ethan Jonckeere. Encuentro con Realizadores

Milla (Séverine Jonckeere) tiene 17 años y acaba de terminar la educación secundaria; su novio Leo (Luc Chessel) es apenas un poco más grande y no tiene demasiados recursos como para conseguir trabajo. Ellos se instalan en una casa abandonada en el norte de Francia, a orillas del Canal de la Mancha, y subsisten como pueden. Él consigue un puesto en un barco pesquero y ella terminará limpiando habitaciones en un hotel. No conviene contar nada más porque la película tiene unas cuantas sorpresas y giros inesperados. Cabe indicar, sí, que el film aborda cuestiones como el embarazo adolescente y la desafección juvenil sin subrayados, golpes bajos ni denuncias horrorizadas. Si Massadian comienza empleando un estilo más cercano al de los hermanos Dardenne o el primer Bruno Dumont, luego se anima con una apuesta por el artificio, que va desde un número musical hasta apariciones casi del orden de lo fantástico. El desenlace, en cambio, está bastante ligado al tono de su multipremiada ópera prima, Nana. Desconcertante y distanciada, Milla demanda que el espectador se mantenga firme y acompañe las desventuras de su heroína. El trayecto no es sencillo, pero la recompensa final vale la pena. Massadian explora, prueba, busca, experimenta y en muchos casos termina acertando. Un digno segundo paso para una artista visual cuya obra excede por mucho el campo cinematográfico. Diego Batlle

LO QUE DIRÁN. Nila Núñez. 61 minutos. España (2017). Clausura

Nacidas para llenar la pantalla con sus anhelos, dichas y temores, Aisha y Ahlam, las jóvenes protagonistas del documental Lo que dirán, viven de manera distinta su religiosidad. Aisha ha decidido llevar hijab (velo), mientras que Ahlam duda sobre si algún día empezará a ponérselo. Una incertidumbre que se propaga por la ópera prima de Nila Núñez (fruto de su participación en el Máster en Teoría y Práctica del Documental Creativo de la UAB), que aborda con urgencia y locuacidad su tema de estudio –la vida de las mujeres musulmanas en Europa–, negándose en todo momento a simplificar la realidad. El trabajo inmersivo de puesta en escena, con la cámara casi siempre cerca de las carismáticas protagonistas, invita a experimentar una respetuosa afinidad: cuando, en sendos arrebatos de lucidez espontánea, las amigas afirman que “ser musulmana no es fácil: es un estilo de vida, no sólo una religión”, y que “cada cual tiene su manera de vivir la religión”, uno no puede dejar de abrazar estas muestras de sabiduría precoz.

Intimista y conversacional, Lo que dirán fija como uno de sus principales motivos visuales la preocupación estética de las protagonistas, a las que vemos maquillarse, probarse vestidos, ajustarse el hijab, fotografiarse, mirarse al espejo… La problemática de las apariencias, de cómo mostrarse al mundo, sirve de plataforma para el estudio del diálogo intercultural e intergeneracional. Para abarcar todas las caras de esta situación –objeto de múltiples e inoperantes debates públicos–, la cámara de Núñez se inmiscuye en la intimidad de las amigas y luego las observa en sus contextos familiares y escolares (en escenas que remiten a La clase de Laurent Cantet). Tanto el rigor de la investigación –que pauta con claridad el nexo entre lo personal y lo colectivo– como la elección de un escenario donde la utopía social parece posible hacen pensar en el cine de Frederick Wiseman, aunque Lo que dirán sabe trascender el distanciamiento observacional para conquistar un singular vigor expresivo: para la escena en que Ahlam muestra su preocupación por cómo la tratarían si empezase a llevar hijab, Núñez sumerge al personaje en una penumbra reveladora. Manu Yáñez