Si por algo se ha caracterizado gran parte del cine experimental a lo largo de la historia es por el trabajo y el estudio con los elementos más elementales del cine: la luz, el movimiento, el color, y sus efectos en la cámara y la emulsión. Dejando de lado su tradicional trabajo de animación, Jodie Mack descompone en su película el proceso de creación cinematográfica, haciendo visible justamente aquello que permanece invisible: la luz. A través del juego y la filmación de diversas joyas, cristales tallados y bisuterías, interpuestas entre el paisaje y la camara, Mack convierte la luz, y sus efectos, en los últimos, y únicos, protagonistas de la película, que termina por convertirse en una reivindicación de lo lumínico, lo invisible, en una danza de luz descompuesta en su espectro esencial y que la cámara recoge en un gesto que tiene tanto de científico como de mágico y espectral. GdPA

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